Cuanta más información hay disponible, peor es la calidad del debate. Es el paradigma de nuestros tiempos y aplica a casi todos los ámbitos. La famosa crisis de la vivienda no se salva tampoco. Los precios, en eso estamos todos de acuerdo, están disparados. A partir de esta premisa, unos prefieren cargar contra los fondos de inversión, los rentistas y el turismo. Otros se lanzan contra las leyes del alquiler y las restricciones de suelo. Pero casi nadie está hablando del factor más importante; apenas se menciona que la población española es la que más se expande de toda Europa.
Según Eurostat, crecemos a un ritmo de más de medio millón de personas al año, a pesar de tener una de las tasas de fertilidad más bajas del mundo. Crecemos más que Alemania y Francia juntas, y en un par de años habrá más de 50 millones de personas viviendo en nuestro país. Con la complicación añadida de que la mayoría se instala en Madrid y Barcelona, que son también las dos ciudades que más crecen de Europa.
Así que el problema central no son los malvados rentistas, ni los fondos buitre, ni la perversa legislación socialista en materia de vivienda. El problema es que no estamos urbanizando nuestras grandes ciudades al ritmo que se necesita, que es un ritmo desquiciado.
La práctica totalidad de los que están llegando lo hacen desde América Latina o de otros países europeos. Ni siquiera necesitan sacar un visado. Los africanos, a los que tanta atención dedicamos, son una anécdota en comparación con el total. Así que las grandes ciudades españolas están sometidas a una presión salvaje que tiene poco que ver con el debate en el que estamos inmersos.