Carlos Rodrigo

Entre columnas

Carlos Rodrigo


Danzad, danzad mal(ben)ditas

24/06/2024

El pasado sábado se presentó la edición ampliada y revisada de 'La danza de las palabras' de Luz Gracia y Raquel Fresán, un libro de relatos, poemas, aforismos, fotografías, citas literarias… que supone una oda a la Palabra en su sentido más amplio.  A la palabra a su escritura y a su sonido. A las palabras que desde su forma configuran nuestro fondo. Porque la forma y las formas son importantes. Porque no todo vale. Porque las palabras para cosecharlas y después cocinarlas, al contrario que las encuestas, hay antes que cultivarlas. A esa palabra que alimenta a la materia y dota a la naturaleza de armonía si el que la usa le confiere un trato sincero y generoso. Una celebración, un homenaje al arma más poderosa que se nos ha concedido.
En un ambiente viciado en el que hemos interiorizado expresiones como sobran las palabras y las palabras se las lleva el viento. 
En una época en la que lo que prima es ganar la pírrica batalla del relato, del discurso más allá de la verdad, palabra que se ha enfangado de tal modo que ya nadie sabe donde habita, si vive de alquiler o si realmente existe, como si la verdad fuera opinable o relativa. De una inteligencia artificial alimentada por ilustres, malvados y tendenciosos ignorantes que quieren hacer de sesgadas y tuertas visiones del mundo canon indiscutible.
En un escenario en el que la palabra se esgrime y se afila toscamente no para clavarla limpiamente y en buena lid en el corazón del convencimiento del adversario, sino para desgarrar la entraña y la capacidad de discernimiento de los acólitos, extirpar su pensamiento crítico y premiar el forofismo de lo mío y de los míos cebando complacencias de jefes, conseguidores y compinches. 
En un caos de palabras bravuconas, hueras e hiperinflacionadas. Discursos muertos antes de nacer sin más público que el feligrés incondicional, ni más senda que la de la servidumbre de paso.
En un tiempo que rige más que nunca aquello de Quevedo de que las palabras son como como monedas, una vale por muchas como muchas valen por nada.
Se agradece que nos inviten a pararnos, hurgar en el cieno y en la luminosidad de nuestro interior, ya que al final no somos más que palabra hecha hombre, mujer, niño, chavala, anciano, autónomo, mediopensionista, parado o inquieto de corta, media o larga duración. Únicos y vulnerablemente irrepetibles. 
Y que ya sea animando al Toledo, llorando al leer una entrevista a un crío con catorce puntos de la Ebau que ha optado por ser pianista, flipando por el penúltimo libro de Luis Rodríguez Bausá, tomando un café, soportando que se nos cuelen en el supermercado, u oyendo a un político vendiéndonos una moto gripada que nunca ha conducido… dancemos con las palabras encontremos las nuestras y apostemos por ellas conectándolas con las de los demás.
No se me ocurre nada más primordialmente transgresor y revolucionario que decirles para los tiempos recios y necios que corren.