Las previsiones del PP y de buena parte de la opinión pública se han cumplido con creces. Intuían en Génova que la media hora de reunión entre el Presidente del Gobierno y el líder de la oposición no iba a dar mucho de sí. Eso sí, tomaron un café que Feijóo agradeció en su rueda de prensa.
La situación es lamentable. Genera desazón este profundo distanciamiento entre los dos únicos partidos de Gobierno que hay en España, máxime cuando España y, con ella, el conjunto de Europa, se encuentra, nos encontramos, en una situación hasta ahora desconocida y, según los expertos, llena de riesgos. El asunto no es menor. Es tan enorme el reto que existe que nada más kamikaze, más irresponsable, que los dos grandes partidos vayan de la mano.
Pero esto, de momento, no va a ocurrir. Es más, Sánchez no quiere que ocurra. No puede abrir ni media rendija en su famoso muro y no se puede, eso cree él, pasar del no es no a ni siquiera un quizás. Por ello, desde Moncloa se está pergeñando una estrategia que de ninguna de las maneras ponga en evidencia el desacuerdo entre los partidos de la mayoría de progreso, de ahí que la primera tarea sea encontrar los términos que permitan eso que se llama relato para tratar de no herir la sensibilidad de los partidos a la izquierda del PSOE.
Una vez que se establezca el relato, vendrá la segunda parte aunque este segundo capítulo también empieza a dibujarse, de manera que, haciendo malabarismos presupuestarios, no sea necesario pasar por el Congreso en donde está ese uno por ciento de la población española que es realmente el que tiene un poder decisorio con el que el Gobierno y, por supuesto, el PSOE se encuentran cómodos. Es lo que se llama muro que se tratara no solo de mantener sino de afianzar, y todos sabemos de la capacidad del Presidente para sortear dificultades aunque estas no estén acordes con una democracia sería. Es razonable que decisiones que, como recordó Feijóo, trascienden a la presente legislatura aunque esta se agote en el último momento de su vigencia.
El Presidente puede pactar con quien quiera como ya estamos viendo. Está en su derecho de hacerlo, pero por encima del derecho legítimo a establecer la mayoría que considere oportuna está la obligación institucional de no ignorar, de no ningunear al primer partido de España, cuando de cuestiones de Estado se trata. Y de estas cuestiones, el mandato de Sánchez está plagado. ¿No es cuestión de Estado el giro sobre la política con Marruecos? ¿Es baladí hablar y acordar delegación de la política sobre inmigración sin el menor comentario con quien, si las urnas así lo dicen, puede estar llamado a gobernar? Demasiado silencio, demasiado desprecio, no ya político sino institucional y eso no sale gratis.
Habrá que estar a la espera de acontecimientos pero, a no tardar, veremos a los más fieles exigir al PP que explique cuál sería su política y sus decisiones. Veremos cómo se le pone entre la espada y la pared, cuestionando que sea un partido de Estado porque Feijóo no ha salido de Moncloa anunciando que Sánchez ya tiene sus votos, votos que él no quiere, pero no lo dirá y así la rueda de la supuesta irresponsabilidad del PP irá en aumento. En Génova lo tienen asumido desde hace días. "No quiere nuestros votos" confesaba no hace mucho un miembro destacado de la dirección nacional. Y con esta certeza, Feijóo se ha tomado un café en Moncloa que agradeció públicamente.