En tanto el mundo se despeña empujado por delincuentes, psicópatas y mafiosos, Podemos, ese disparate político que tanto avergonzó a la izquierda liberal y democrática, se propone resucitar matando. Como si en el mundo no pasara nada, y en España tampoco, al Podemos en el que sólo pueden Pablo Iglesias, Irene Montero e Ione Belarra pese a la parafernalia de asambleas y behetrías de que se revisten, no se le ocurre otra cosa para renacer que retornar al cainismo que le mató atacando sin piedad a la izquierda precisamente, a Sumar y al PSOE, a los que detesta con todas las potencias de su alma fanática.
Si Yolanda Díaz es una mindundi a la que se le ha subido la fama a la cabeza, y su frágil Sumar un simple reducto de solicitantes a entrar en el PSOE, Pedro Sánchez es, directamente, un señor de la guerra. Así anuncia éste Podemos regresado del Purgatorio, donde vivaqueaba sin apenas constantes vitales desde que no supo asaltar el Cielo, su plan para el inmediato futuro, en el que, so capa de promover la enésima unión de la izquierda a la izquierda, no persigue sino la caída del gobierno de izquierda que se las arregló para zafarse de su concurso delirante y disolvente.
Doctrina trae poca de la mano de Irene Montero, elevada a dedo, pese al atrezzo asambleario, a candidata de su partido en las elecciones que quiere no sólo anticipadas, sino ya. Doctrina, poca, que ya se empachó Podemos de ella sin que le alimentara gran cosa, apenas la encontrada entre polvo y telarañas en el desván de la historia: Partido de la Paz. Único partido de la paz más exactamente, se ve que al estilo de aquella Unión Soviética que la promovía como estandarte angélico en Occidente mientras mandaba sus tanques a Checoslovaquia y a Hungría para estrangular la libertad que reclamaban. ¿Que España refuerce su capacidad defensiva, en comandita con Europa, ante el desatado imperialismo ruso? ¿Que mantenga su compromiso moral con la desventurada Ucrania? No, hombre, eso sólo se le puede ocurrir a un señor de la guerra. Así llega, según parece, Podemos en su nueva epifanía.