Lo cantan los Quijano: «Se llama Lola y tiene historia, aunque más que historia, sea un poema». Nuestra Lola se llama Alicia y su vida camina entre el poema y el chiste. Es profesora de Filosofía en el instituto público de Miguelturra, en Ciudad Real, y, en ocasiones, ve fachas, que ya hemos recordado alguna vez que es la versión progre de la archirrepetida cita de El sexto sentido. Alicia López Gómez es una heroína de nuestro tiempo. No sólo ve fachas entre la chavalería, los combate «en una lucha muy desigual». Es luz y guía, referente e icono del desafío en las aulas contra la extrema derecha. Se lo ha contado a El País, donde no han encontrado ningún otro docente que sepa contrarrestar «con datos la avalancha de contenidos machistas, nostálgicos del franquismo y ultraliberales que los chicos reciben por las redes sociales». Valga la cita de Prisa, donde bastante tienen con aplacar las arremetidas de Sánchez, quien también, en ocasiones, ve fachas… en El País. ¡Qué cosas, presidente! Entre tanta intriga palaciega -eso sí que es una lucha desigual-, a los de Prisa, en su edición de papel, se les olvidó recordar un dato que no vieron especialmente relevante: la tal Alicia López Gómez es la responsable de IU en Miguelturra. ¿Pero es o no es profesora?, se defienden. Entre los 784.425 docentes que hay en España no encontraron si quiera media docena de profes que vean fachas, como Alicia. Perdónales porque sí saben lo que hacen.
Es el bulo sin complejos; el bulo sin temor a sonrojarte, consciente de una impunidad mediática ganada sin mayor esfuerzo que el saber que tienes la bula de la masa anestesiada. En plena pandemia conocimos a Guillén del Barrio, que por los apellidos no será pariente de Alicia, aunque mantienen vínculos que trascienden los de sangre. El tal Guillén se presentaba en TVE como un enfermero más, como uno de los sanitarios vilipendiados por la malvada Isabel Díaz Ayuso. Le erigieron como portavoz anónimo, como la voz del sentir general de los 28.000 enfermeros que hay en la Comunidad de Madrid. El mensaje era claro: hay que acabar con la sanidad privada para dejarlo todo en manos de la pública. Guillén salía a las puertas del Hospital de La Paz con su bata blanca, un color cándido e inmaculado que para nada iba en sintonía con la suciedad de la operación que estaba perpetrando, siempre con la connivencia de la televisión que pagamos entre todos. Guillén del Barrio es miembro del seudosincato -valga el palabro progre- MATS y, ¡oh, casualidad!, anduvo apoyando a Isa Serra en su candidatura para encabezar la lista de Podemos en la Comunidad de Madrid. Guillén se quedó con su bata y su megáfono e Isa acabó de eurodiputada en Bruselas, en esas cosas de la política que llenan de frustración a los que hacen habitualmente el trabajo sucio a sus jefes.
Con la DANA estábamos esperando otro Guillén u otra Alicia. Siempre hay que buscar un tonto útil para perpetrar el atraco, en este caso, el bulo. La riada dejó en Valencia 306.000 damnificados de 103 municipios, además de 224 muertos y tres desaparecidos. Provocó daños en 11.242 viviendas y una herida que va a tardar décadas en cicatrizar. Son datos que importan poco: el objetivo es Carlos Mazón, que en sus múltiples pecados arrastra una larga penitencia. Y como lo que menos importa es la reconstrucción o que se hagan las obras necesarias para que una catástrofe así no se vuelva a repetir, ya tenemos la coartada. Una asociación de damnificados manejada por miembros de Compromís para sacudir a Mazón. Nada puede salir mal.