El periodista Héctor Estepa recordaba esta semana una vieja frase pronunciada por Ronald Reagan hace cuatro décadas. «Los latinos son republicanos, solo que aún no lo saben». Era una provocación entonces, cuando los demócratas eran percibidos como protectores naturales de las minorías y sus derechos civiles. Pero las elecciones del martes demuestran Reagan no andaba descaminado. Trump ha obtenido un 45% del voto latino, y ha sido el candidato más votado entre los hombres con raíces hispanas.
Los demócratas han cometido el error de creer que la identidad racial o el origen étnico definen automáticamente una orientación política. Durante algún tiempo se respaldaban en su demografía para argumentar que nunca volverían a perder unas elecciones. Pero el llamado voto latino es cada vez más complejo, menos predecible, y responde a realidades mucho más amplias y matizadas que la que viene en su etiqueta.
El voto latino es tan diverso como sus comunidades. En algunas, como la cubana o la venezolana, hay un poderoso factor ideológico, puesto que la mayoría de esos inmigrantes salieron huyendo de dictaduras socialistas que arruinaron sus economías y restringieron las libertades. Otras comunidades, como las centroamericanas, pueden tener más afinidad con las posiciones conservadoras en temas sociales. Mientras que gran parte de la clase media argentina o mexicana tiene más afinidad con los demócratas. Por si fuera poco, se han larvado conflictos entre diferentes comunidades latinas, o con grupos étnicos de otros países, incluso con los afroamericanos.
Pero los latinos son, sobre todo, personas de clase trabajadora que han sufrido los efectos de la inflación desbocada bajo la Administración Biden. En algunos estados, el precio de productos básicos como los huevos o la leche ha alcanzado niveles difíciles de costear, lo que ha provocado una sensación de desencanto hacia un gobierno que prometió estabilidad y prosperidad. Frente a este escenario, los mensajes demócratas sobre la defensa de la democracia o el riesgo de la vuelta de Trump suenan distantes, incluso irrelevantes.
En definitiva, los demócratas tienen que asumir cuanto antes, probablemente ya lo estén haciendo, que el voto latino no les pertenece, sino que tienen que ganárselo.