Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


Entre músicos y molinos

27/12/2024

Lo repite con cierta frecuencia Arturo Pérez-Reverte. O yo se lo he escuchado y leído en más de una ocasión: "Un escritor es lo que lee, lo que vive y lo que imagina". El músico juega con parámetros similares, aunque añadiendo un ingrediente esencial; esa cualidad innata que provoca potenciar lo que se estudia, lo que se siente y también lo que se transmite al interpretar una determinada partitura. Sin determinadas condiciones auditivas, rítmicas y sensoriales es imposible alcanzar un resultado óptimo. En la música, el talento es fundamental, como en el resto de disciplinas artísticas y, aun siendo innato, se puede desarrollar con la práctica y el estudio necesarios. Pero no es una ecuación que siempre tenga el mismo resultado. Los hay que por muchas horas que inviertan, jamás conseguirán el mismo nivel de quien goza de unas facultades naturales y las acompaña con una disciplina adecuada. Ocurre el caso contrario, de aquellos talentos escondidos que jamás pasaron ni por un conservatorio ni por una escuela de música que son capaces de tocar de oído lo que se les ponga por delante. Estos días de villancicos y rondas, he coincidido con músicos inmensos que, sin apenas formación, brillan como si tuvieran a sus espaldas años de metódico estudio.

Hay un elemento añadido y es el entorno en el que te mueves. Hay ciudades en las que la tradición musical arrastra desde pequeñitos a aprender a tocar un instrumento. Eso lo saben muy bien en Valencia, donde das una patada a una piedra y te salen media docena de músicos. Pueblos grandes como Buñol o Cullera o localidades más pequeñas como Titaguas, de 400 habitantes, donde uno de cada cuatro vecinos sabe tocar, al menos, un instrumento musical. El caso más significativo es el de Liria, donde hay dos entidades que son el máximo exponente de la ciudad: Ateneo Musical Banda Primitiva y el Centro Instructivo Unión Musical, con bandas sinfónicas formadas por más de 300 músicos. Esta proyección tiene una traducción numérica en el panorama nacional: la mitad de las bandas de música de España son valencianas y la mayoría de los músicos de viento y percusión de la plantilla actual de la Orquesta Nacional de España son valencianos.

En Castilla-La Mancha hay un caso significativo en el que la música forma parte del paisaje y del paisanaje y va en el propio ADN de buena parte de sus vecinos. Ese pueblo es Campo de Criptana que aspira a ser Ciudad Creativa de la Música por la Unesco y que cuenta con argumentos suficientes para ello. En esta localidad manchega es difícil encontrar algún elemento que no esté relacionado con la música. Es lo que le otorga una identidad cultural propia y ejerce como elemento de cohesión social. Con 13.000 habitantes, su conservatorio de música va a cumplir 35 años y los orígenes de la Banda Filarmónica Beethoven se remontan a 1850. A partir de ahí, se han ido creando asociaciones, la Banda de Cornetas y Tambores del Santísimo Cristo de la Elevación, una potente Escuela Municipal de Música y Danza, grupos de cámara y también iniciativas innovadoras como el "Airén Fest" o "Escenario infinito". Sumarse a la Red de Ciudades Creativas de la Unesco -de la que ya forman parte Sevilla, Gandía o Liria- supondría el reconocimiento de una realidad que es una parte importante de la propia idiosincrasia de la localidad; una oportunidad para vender al mundo lo que los propios criptanenses asumen con naturalidad desde niños. El proyecto está liderado por el director Luis Cobos, cuenta con el aliento de los muchos y buenos músicos de Criptana y ese reconocimiento será un atractivo más que añadir al de los molinos.