Sin duda, en el vocabulario más popular, coloquial y despectivo, la palabra adefesio siempre ha sido muy utilizada. Tal vez, no con ese valor tan ingrato con el que su definición pretende expresar: «persona o cosa muy fea, ridícula y extravagante», pero sí, con ese toque de cálido humor en el que uno pretende expresar un 'cariño retorcido' hacia alguien próximo a ti, o simple y llanamente conocido en tu ambiente.
Lo recuerdo, porque en los pueblos de nuestra geografía, en aquella segunda mitad del siglo pasado, la palabra adefesio iba envuelta en un cápsula cariñosa y no tanto despectiva, para definir los disfraces o malos hábitos en la vestimenta y el comportamiento.
De una u otra manera, me gusta este término del que apenas conocemos su procedencia de origen, si no es otro, que lo que mi buen amigo Juan Manuel de Prada comentaba en animado coloquio al referirse a su uso y su definición, al decir: «parece venir de esa alusión a los originarios de Efeso en tiempos bíblicos, para definir la animadversión que los romanos sentían hacia ellos».
Y es que, amigos, estamos en tiempos donde esta estirpe vuelve a estar muy de moda. Cuando paseas por una calle normal, de ciudad capitalina o de ciudad turística; asistimos a alguna actividad cultural, pueda ser presentación de libros o conferencias organizadas; o cuando nos encontramos en fiestas nocturnas, discotecas, pub, verbenas o tugurios, y miras a tu alrededor, te das cuenta de la cantidad de 'adefesios' que pululan, en rara dicotomía con una ambiente que no sabes cómo definir.
Sin embargo, esa rara ave que pasea, levanta el pico para advertir, llena su cuerpo de tatuajes y ropa agujereada, con el pelo bajo palio, rasurado o encrestado, con chaqueta a lo pobre, parece no tener una idea clara en ese 'caminar de la vida' y quiere con ello, mostrar su impronta y personalidad, esa que en muchos casos, ha perdido el sentido de la decencia, dignidad o respeto. Ese mismo que tira los papeles por la calle, escupe a tu lado sin valorar la decencia, o patea una papelera por el mero hecho de servir a la sociedad que él detesta. Y, perdonarme por si no sé expresarme bien, porque el respeto no lo marca el vestir, ni el maquillaje, ni el atuendo, ni la decoración en piel, no; eso es libertad y modernidad en tiempos vivos, y eso hay que saber respetarlo y yo lo hago, porque así debe de ser; me refiero a esos que siendo libres por fuera –según dicen- son 'adefesios' por dentro, en comportamiento, actitud, falta de equidad, homófobos, racistas, radicales y xenófobos, y ahí sí que cumplen la real definición de este término, cuando se dice, «persona, fea por dentro, ridícula en su falta de respeto y extravagante en su educación fracturada», porque esos sí que son Adefesios con mayúscula.