Page y alguna otra voz cuerda del Psoe ha pedido a la dirección del partido que haga autocrítica tras los resultados de las elecciones gallegas. Lo más que han recibido es una respuesta de Chiqui preguntándoles si acaso no saben el color de la camiseta con la que juegan. La autocrítica es muy complicada en según qué sectores, como demuestra la Historia para quienes quieran acercarse a ella. Sobre todo en la izquierda, donde normalmente te la practican; es decir, suele ser la komintern o el politburó, los órganos superiores y legitimados por el líder quienes se encargan de estas cosas. Desde que Stalin se la practicó a Trostki en la famosa foto de la revolución hasta llegar al piolet, la cuestión no ha ido más que mejorando a lo largo del tiempo. Ahora no tiene por qué ser diferente, aunque hay gradaciones según el momento.
Pedro Sánchez se ha ido a Marruecos en una clara señal de que la única autocrítica que conoce es la huida hacia adelante. En realidad, Sánchez se dio cuenta hace unos años que a quien había que temer de verdad era al vecino de abajo. Tras la invasión del espigón de Ceuta, vio que quien podía hacerle daño y ponerlo contra las cuerdas era el rey moro. No así Puigdemont, que aunque dé vueltas en la cerca como una oveja en el establo, sabe que está la Unión Europea y es muy difícil que consienta la desintegración de un territorio. Pero la invasión, lenta o salvaje, del vecino del sur a las costas españolas es algo que los suecos o suizos ven muy lejano. Aunque la inmigración cada vez será un problema más difícil de atajar. Sánchez, que tonto no es, practica en estos casos la rendición preventiva. Yo te doy todo a cambio de que no me molestes y pueda seguir con el colchón en la Moncloa. Angelito.
Mientras tanto, los agricultores cercan Madrid y también le practican la autocrítica. Pero es todo más voluntad que poder. En realidad, Sánchez la única autocrítica que conocería sería la de los españoles cuando lo echemos, pero para entonces ya habrá huido a Europa, la Otan o el propio Marruecos. Bono escribe artículos de miel y rosas con Marruecos, que no está mal. Pero parece curioso que nos hayamos ahora dado cuenta de que el tema del Sáhara no pasa ni por autodeterminación ni frentes polisarios. Llevan medio siglo en la pobreza de las tiendas de campaña y su organización sólo entiende el lenguaje del enfrentamiento contra un titán al que nunca podrá ganar. España la cagó con Argelia y cesó a la ministra que había. Albares, mucho más listo, trabaja calladamente por los intereses de todos. Desde Bajarse al moro, no habíamos visto una exaltación de lo marroquí y lo bereber tan magnífica.
La autocrítica, en fin, no es fácil para nadie, pues supone un diálogo franco y sincero con uno mismo. Aquellos que sólo tienen el espejito mágico ante sus narices, difícilmente podrán llegar siquiera a plantearla. La solución ya la hemos visto estos días. El Psoe está como está, porque faltan líderes que trasciendan las siglas del partido. Que Sánchez necesita a Page, o sea. Que lo hubiera dicho antes y nos habríamos ahorrado tanto disgusto. Lo cierto es que Pedro sólo es autocrítico cuando no le queda más remedio y eso para él, es nunca. Siempre tiene otra realidad a la que huir, otra pantalla a la que saltar. De Barbate a los Goya, pasando por Inés Hernand y la iconografía. Lo veo como Aladín volando en su alfombra mágica en busca de otros destinos antes de que lo despeñe la realidad. Igual se trae una del zoco al que va. Eso, o unas babuchas que dejar al pie del colchón.