Una crónica desvela que el balneario La Pestosa abrió en junio de 1905

G. González
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Se conoce un expediente de apertura de 1911, presentado por Diego Martínez Ramón, y consta la autorización para abrirlo en abril de 1918 • Fue clausurado en septiembre de 1933

Ruinas de los antiguos baños de Abenuj o de Tobarra, conocidos como los de la Fuente Apestosa. - Foto: José Rafael Navarro

Por la crónica publicada en un semanario madrileño, en el que colaboró Clarín, y que se guarda en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional, se conocen detalles inéditos sobre los baños de la Pestosa, o Fuenteapestosa, que contradicen lo conocido hasta ahora, ya que se creía que oficialmente se abrió en 1918, cuando se relata un día de baños y actividades en 1905.

El suelto, firmado por Luis Taboada, relata un día en el balneario: «La vida es allí deliciosa. Por la mañana el baño; a las doce la comida; por la tarde el paseo a orillas del arroyo y por la noche la cena; después baile, concierto, juegos de prendas y charadas que suele poner un chico de Tobarra, jaranero como él solo y de mucho mundo, pues estudió en Albacete y todos los años viene a Madrid por San Isidro. Al parecer, está en relaciones con Eusebia, la hija mayor de Pulpejo, y éste le consulta todo cuanto se refiere al establecimiento, a fin de darle brillo y convertirle en uno de los más animados de la Península».

En esta revista madrileña (1880/1923) «de carácter alegre y festivo, de humor castizo, en la que la política apenas está representada» colaboraron, entre otros, escritores como Vital Aza o Clarín.

El cronista se lamenta de que los medios de comunicación sólo hablen de los baños de San Sebastián, y que pasen, «completamente inadvertidas otras poblaciones donde veranea mucha gente elegante y nadie se ocupa en describid los cotillones que se bailan en Salinas, Marín, Villagarcía y en el balneario de Fuenteapestosa, recientemente descubierto é inaugurado en Junio con gran solemnidad. Allí se han reunido este año las familias más principales de la provincia de Albacete, figurando en primera línea la señora del propietario y sus bellas hijas, Eusebia y Genara».

El establecimiento «hállase enclavado a orillas de un manso arroyo y en sus inmediaciones crece la malva, el cardo borriquero y la esbelta ortiga. Hay hasta cinco árboles, entre chopos y carrascas y de vez en cuando vese cruzar el horizonte una bandada de alegres chorlitos».

El agua, según Taboada, «sabe a demonios, no tanto por lo que tiene de sulfurosa, cuanto porque en ella se bailan los animales domésticos, y esto es motivo más que suficiente, para que la beban con fruición los enfermos de la provincia. Según el médico del balneario, merced a aquel líquido milagroso registrase curas notabilísimas; llega usted allí con un grano; bebe usted el agua; colócase encima del grano un algodoncito con ungüento resolutivo y a los dos días el grano desaparece por completo». Aparte de la salud, «que se recobra con gran facilidad en aquel sitio encantador, hay en Fuenteapestosa medios múltiples de diversión y regocijo. Actualmente ameniza las veladas del balneario, además del joven de Tobarra, una señorita de Chinchilla que toca el piano de un modo poco común y se acompaña a sí misma en las diferentes canciones que constituyen su repertorio. Oyéndola cantar se cree uno en el teatro de Cuenca o asistiendo aun festival de Cáceres. ¡Qué voz, que maestría que manera de gargarizar!». Concluye su literaria y descriptiva crónica, augurando un futuro prometedor para el balneario tobarreño: «Fuenteapestosa está llamada a ser, el punto de cita de la buena sociedad, el día en que salga por ahí un revistero de salones recomendándoselo al público y citando unos cuantos apellidos sonoros».