Sea por los tiempos que corren, por las ganas de polemizar de esta sociedad sobre todo y para todo, lo cierto es que cuando todo está en cuestión de ello no se libra ni las Navidades, que siguen siendo fechas mágicas para muchos pero también cuestión, por su fondo o sus formas de celebrarse, que se somete a debate. La evolución de la sociedad en los últimos años ha acentuado el debate de quienes abanderan el giro lúdico, consumista y festivo que acuña la Navidad que hoy impera frente a quienes detestan y sufren unas fiestas de las que cada vez reniegan más sus detractores, que los hay, y que expresan sus reparos ante esas señas de identidad que se identifican con los conceptos hoy más representativos de las nuevas navidades. La Navidad hoy está sometida al debate entre quienes la sostienen con la ornamentación futurista de luces y fiestas, consumo y derroche, frente a quienes entienden que se ha perdido la verdadera razón de ser de estas festividades, cada vez más alejadas de sus tradiciones y de sus propios orígenes.
Conforme pasan los años las Navidades se llenan más de nostalgias y recuerdos; en cada hogar, en todas las familias, según se suman años aumentan los huecos y las ausencias. Las comidas y cenas pantagruélicas se suceden sin que sus celebraciones puedan rellenar esos huecos, ni hacen olvidar los miles, los millones, de niños que pasarán hambre en un mundo lleno de guerras y conflictos, a donde no llegan las luces de los árboles navideños de Vigo o Madrid, luces que no son suficientes para sacar del foco tanta oscuridad como la que tiñe de negro los entornos que nos rodean. En cualquier caso y pese a todo ¡Feliz Navidad! Debate al margen.