Vicenta Ortuño Vizcaíno y Antonio López Núñez son una de esas familias acogedoras de la provincia de Albacete que irradian luz. Todo ternura. Con el actual niño que tienen acogido, que el próximo día 16 de este mes cumplirá un año, y que llegó a sus vidas con apenas dos días, tras su alta hospitalaria, ya son cinco los acogimientos de urgencia que han tenido en su seno familiar desde que hace ocho años emprendieran esta bonita experiencia de solidaridad con menores vulnerables y en situación de desprotección. De forma causal al escuchar un programa en televisión vieron que esta realidad existía, lo que les llevó a investigar e informarse sobre los pasos que debían dar para vivir esta experiencia «maravillosa».
La necesidad de conciliar la vida laboral con la familiar para el cuidado de sus dos hijos biológicos, que ahora tienen 18 y 16 años, llevó a Vicenta a tomar una drástica decisión, quizás una de las mejores de su vida:dejar su puesto de trabajo y dedicarse a la crianza de sus hijos. Al ver que tenía tiempo libre decidió, tras hablarlo con su marido, ocuparlo dando un hogar a un menor.
Para esta tarea, afirman que «siempre hemos contado con nuestros hijos, que nos han acompañado en este proceso y lo han vivido plenamente», indicaron los padres de acogida, que insistieron en que «en cada llegada de un menor y en cada despedida hemos estado los cuatro juntos, participando de cada momento, porque siempre lo hemos visto desde el enfoque de que es una ayuda por un tiempo determinado pero llegará un momento en que se tienen que marchar y ese día había que celebrarlo, pero por supuesto somos humanos y los sentimientos están a flor de piel, con lo que pasados unos días malos, el duelo, es algo que te reconforta».
vivencia. Para Vicenta Ortuño «inicialmente nadie se plantea acoger a un menor que no sea de su familia, hasta que no lo vives con alguien cercano o en primera persona no lo comprendes, porque piensas en todos los pros más que en lo que te aportará, y las palabras de que terminarán quitándotelo te calan, te llegan hondo, pero intentamos cambiarla».
Esta madre acogedora no se cansa de repetir que «cada menor es diferente y ocupa su lugar, a todos los que hemos tenido los hemos querido por igual y en la medida que corresponde, pero cuando se van hay que hacer un cierre del proceso».
Esta familia acogedora afirma que «cuando estamos inmersos en el acogimiento no le damos el valor que ve la gente de fuera, no vemos que lo que hacemos nosotros como familia acogedora cuidando a un menor no biológico sea algo excepcional, lo criamos como a otro de nuestros hijos, cuando se marchan es cuando pensamos que lo hemos hecho bien dando cariño a estos pequeños que tanto nos necesitan».