Debato con compañeros que acaso saben más que yo sobre la influencia que el debate subterráneo sobre la amnistía, que va a ser el gran tema de la semana próxima, pueda o no tener en los resultados de las elecciones de este domingo en Galicia. Yo creo que todo influye en el ánimo del elector, pero lo cierto es que posiblemente quien acude a las urnas en una Comunidad Autónoma lo hace pensando más en intereses inmediatos y en soluciones que son apremiantes que en el gran barullo político que se ha montado en la Villa y Corte, donde todo despropósito es posible. O peor, probable.
Desde luego que no arriesgaré aquí un pronóstico sobre lo que pueda suceder en la votación de este domingo en Galicia, a la que pienso que acaso le estemos dando una valoración excesiva en términos de política nacional: que si Feijoo se la juega si Rueda no logra mayoría absoluta; que si Yolanda Díaz estará acabada si los de Sumar no logran un escaño en lugar de cero; que si Sánchez arropa más a la candidata del Bloque, una 'socia' más, que al candidato socialista propio... Creo que estamos desmesurando el alcance de las repercusiones de lo que ocurra en Galicia, donde toda la partida parece jugarse a un solo escaño arriba o abajo.
Que no digo yo que estos comicios carezcan de importancia: Galicia, donde las campañas son mucho menos crispadas que en la meseta, siempre ha sido un destacado laboratorio político. En esta ocasión lo es para calibrar hasta qué punto la izquierda está en recomposición sobre los moldes clásicos hasta ahora (¿estamos ante un declive palpable del PSOE en varias autonomías, además de la gallega?, ¿Es realmente prometedor el futuro de Sumar, actuando Podemos como cuña de la misma madera?). Pero también será un test importante para la derecha, que evidencia problemas importantes de comunicación, y quizá de estrategia, en los momentos más candentes, como las rectas finales de las campañas electorales.
Pero la verdad es que el 'danzad, danzad, malditos' de la política española va a comenzar inmediatamente después de estas elecciones, cuando la batalla de la amnistía, que ahora se libra más entre Junts y Esquerra Republicana de Catalunya que con el Gobierno central socialista, estalle en toda su dimensión en una votación dramática en el Congreso.
No sé cuánto se la juega Feijoo en las elecciones gallegas -creo que no demasiado, aunque sí algo, la verdad-. Pero sí puedo imaginar cuánto depende la pervivencia política de Sánchez de que logre sacar adelante, y sin dejarse demasiadas plumas -que se las dejará- una proposición de ley Orgánica de amnistía que, la verdad, no resiste el más mínimo análisis a la luz de la coherencia y del sentido común. Y ello, independientemente de que las instrucciones judiciales de los magistrados García Castellón y Aguirre, las que ven terrorismo e intervención rusa, respectivamente, en el 'procés', sigan adelante su singladura, cuyo éxito, a mi entender, está lejos de verse garantizado. Aquí hay aún pocos datos concluyentes y mucha especulación volante.
Incluso estoy dispuesto a afirmar que, en medio de este oleaje que viene, con el protagonismo indudable y siempre caótico de alguien como Puigdemont, lo de la campaña gallega ha sido casi un remanso de paz, en el que nada sustancial se ha avanzado, pero donde, al menos, no han proliferado los excesos, algaradas y desvaríos que hemos visto en otras campañas y en otros lugares. Ganará o perderá el 'popular' Rueda su presidencia de la Xunta -hay muchos sondeos de última hora, como usted puede suponer; pero no puedo, por impositivo legal, reproducirle aquí ninguno-, pero puede usted estar seguro de una cosa: la gran movida va a empezar no muchas horas después, y el epicentro del terremoto va a estar, cómo no, en Madrid, en el Congreso de los Diputados. Bueno, y en Waterloo, claro, qué quiere usted que le diga sobre esto que usted no sepa, o, mejor, que usted no imagine, porque de saber, saber, nada nos dejan.