La acromegalia es una enfermedad endocrinológica que, según la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), su diagnóstico, esencial para evitar su evolución, en algunos casos puede llegar a retrasarse hasta entre cinco y 10 años por la variedad de los síntomas.
Según señala la SEEN, en más de un 95 por ciento de los casos se produce por un tumor benigno hipofisario no suprimible que secreta hormona de crecimiento de forma continua, lo que provoca un agrandamiento gradual de distintos tejidos y órganos a lo largo de los años, así como múltiples comorbilidades.
Es debido a la dificultad en el diagnóstico que, desde la entidad, alertan de que esta patología puede llegar a pasar desapercibida, en ocasiones, hasta para los propios profesionales sanitarios. Asimismo, su desapercibimiento provoca también que sea complicado estimar el número de aquejados que, según explica una miembro del Área de Neuroendocrinología de la SEEN, la doctora Betina Biagetti, «afecta a alrededor de 3.000 personas en España». En cuanto al perfil del paciente, responde a una persona entre los 40 y 50 años, sin predominancia de sexo.
Las manifestaciones clínicas más características de la acromegalia son el aumento del tamaño de las manos y los pies, engrosamiento de la nariz, la boca, la lengua y los labios, cambios en los rasgos faciales y voz ronca (protrusión de la mandíbula y separación de los dientes). El dolor de cabeza, hormigueos, dolor de manos y en las articulaciones, hiperhidrosis (exceso de sudoración), hipertensión arterial, diabetes, reducción del campo visual, astenia o fatigabilidad, alteraciones del humor o irritabilidad y apnea del sueño, son otros de los síntomas.
A pesar de que la patología remite en la mayoría de los pacientes, puede persistir con secuelas físicas y psíquicas, deformidad articular y debilidad muscular, entre otras. No obstante, la sociedad afirma que la esperanza de vida se ha logrado equiparar a la de la población general.