Propósitos

José Francisco Roldán Pastor
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Vacuna para el delito

Propósitos - Foto: EFE / Chema Moya

Comenzar un año cualquiera, adornado con viejas tradiciones y esos tópicos habituales con los que mostramos la mejor disposición, no tiene mayor significado que superar una frontera temporal y calcular desde cero un sinfín de datos y cantidades. Los anhelos o predisposición psicológica de quienes afrontamos el nuevo plazo tienen poco que ver con la realidad que nos depara este novedoso periodo. 

Para una parte de los españoles, agradecidos e ilusionados con el gobierno que dirige nuestras vidas y hacienda, adeptos obedeciendo ciegamente a sus líderes carismáticos, todo es positivo y mostrarán el propósito de proteger la irreductible convicción sobre las bondades de su progresismo, porque se debe cerrar el paso a la derecha, que atenta contra la existencia de una nación de naciones afianzando la convivencia e igualdad de todos los ciudadanos, poque no hay peligro de que se rompa nuestra patria. 

La propaganda de esa derecha mediática y los ricos, enemigos de la clase trabajadora, se orienta a descalificar la exitosa gestión económica y social actual, generando empleo, reduciendo paro y aumentando los cotizantes a la Seguridad Social, facilitando dinero a los menos favorecidos, mediante ayudas y subvenciones, que les permiten afrontar el futuro dignamente. 

Para muchos de esos agradecidos votantes de la izquierda, cualquier crítica vinculada a errores legislativos o destrucción de la división de poderes del Estado no es más que una falacia. Los que gobiernan España no tienen ningún propósito de enmienda, pues detentan la razón absoluta para seguir sus postulados ideológicos. 

Otra buena parte de la población, cada vez con mayor vehemencia, clama contra el optimismo oficial negando esas cifras económicas, cocinadas en dependencias del gobierno y sus servicios cautivos, que disfrazan la realidad con estratagemas estadísticas. 

Malos números.  El crecimiento económico se ha estancado, la inflación no cede, porque los precios siguen creciendo. La cifra de parados, con prestación o sin ella, podrían acercarse a los cuatro millones y las afiliaciones a la Seguridad Social se maquillan para dar una falsa apariencia. 

La criminalidad se dispara, sin que nadie tome medidas al respecto. Las dificultades para vivir son evidentes.  La deuda pública del Estado es alarmante. El destino de los fondos europeos está siendo investigado por su opacidad. Las deficiencias en la atención al ciudadano evidencian un desprecio. Las instituciones del Estado están contaminadas de sectarismo, por eso, la pertinaz agresión a la igualdad de los ciudadanos amenaza la convivencia, como la crispación creada desde el poder. 

El clientelismo infecta la actividad profesional dinamitando el esfuerzo y el talento contrastado, cuestionados por gandules apoderándose de la influencia legal y social. 

Los desvaríos diplomáticos están ocasionando a España el aislamiento dentro del concierto internacional, y la debilidad española en los foros mundiales sufre desprecios y quebrantos. 

La eficacia de los recursos estatales se resiente en manos de incompetentes promocionados por su obediencia y falta de rigor ético o moral. 

Habrá que considerar comprensible el manifiesto propósito de apartar del poder a quienes parecen hacer tanto daño a la estabilidad, bienestar y prosperidad de España. 

El Grupo de Puebla, donde aparece acomodado nuestro Gobierno, necesita el voto de los pobres para seguir en el poder. Es necesario mantenerlos ilusionados con la supuesta tutela de sus gobernantes entreteniéndolos sin dejarles prosperar. 

Otros muchos ciudadanos, la mayoría, manifiestan el propósito de alimentar la esperanza, porque creen en la fortaleza de esta nación con historia vetusta y legendaria, su solidaridad y esa tremenda capacidad de resistencia, a prueba de inútiles y descerebrados, que se empecinan en descomponer nuestro bienestar. 

Por encima de las adhesiones inquebrantables estará siempre el razonamiento y el respeto, como el esfuerzo y talento de los mejores, para vencer a la ideología sectaria e intolerante, que engaña al pueblo soberano para enriquecerse, empeñada en perjudicar su futuro.