Puigdemont le ha echado un órdago a Pedro Sánchez, pero se nota tanto que va de farol y se ha quedado en ordaguito. En un nada, en irrelevante.
Sánchez ni se ha inmutado y lo peor para el líder de Junts es que tampoco los otros partidos se han tomado en serio la exigencia de Puigdemont de que Sánchez presente una cuestión de confianza, con la amenaza de retirarle su apoyo parlamentario y tumbar los presupuestos si no lo hace.
Al gobierno le ha faltado tiempo para decir que no habrá cuestión de moción de confianza. La apoyarían sin duda PP y Vox aunque abominen del independentismo catalán, porque sería la fórmula más eficaz para conseguir con Junts los votos necesarios para echar a Sánchez de la Moncloa, pero esa situación no se va a producir, el presidente no tiene la menor intención de suicidarse. Se iba a suicidar. Por otra parte, lo que más interesa a Puigdemont, a Junqueras, a Bildu y al PNV es que Sánchez se mantenga por los siglos de los siglos. Nunca encontrarán otro presidente de gobierno tan dispuesto a aceptar todo lo que le piden, sea dinero, competencias o iniciativas contrarias al texto constitucional. Nunca nadie está tan dispuesto a ir tan lejos en su generosidad como Pedro Sánchez.
La prueba de que el órdago no es tal, se visualiza en las reuniones que mantiene, los diputados de Junts con el grupo socialista en el Congreso; mesas negociadoras del PSOE con sus socios, intentando sacar adelante los presupuestos.
Este martes Sánchez ha recibido un zasca parlamentario cuando PP, Junts, PNV, ERC y Vox le han echado abajo la tasa a las energéticas, una buena noticia para las empresas, pero sobre todo para los ciudadanos de a pie, que no sufrirán una nueva subida en la factura de la luz. Pero a pesar de este nuevo fracaso, no rompe esas negociaciones porque quiere sacar los presupuestos porque, aunque ha dicho que puede gobernar sin ellos, el gobierno queda maniatado para emprender determinadas iniciativas que aportan un número nada despreciable de votos. Y podrían mejorar su actual imagen en el exterior, sobre todo en la UE. Imagen que lleva tiempo muy deteriorada y se ha agudizado por la pésima gestión de la Dana -a la que se suma la también pésima de Mazón-, con las demoledoras imágenes de Valencia.
Lo que tendría que hacer Sánchez es buscar un trabajo a Puigdemont. Apenas tiene nada que hacer. Tras la amnistía se veía de nuevo en el Palau de la Generalitat, creía que una amnistía significaba que pocos días después de su aprobación podría llegar triunfalmente a España en olor de multitudes enarbolando la estelada. Nadie le dijo, o no lo quiso entender, que la aplicación de la amnistía es cosa de los jueces.
A la espera de que se cumplan sus sueños, Puigdemont se aburre. Y se inventa trampas para Sánchez en las que Sánchez no va a caer.