Editorial

El papel de la Unión Europea en el futuro de Ucrania

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La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca está transformando la geopolítica mundial de una manera que, aunque era la esperada por una parte de la comunidad internacional, genera inquietud en buena parte del globo. A su utópico sueño de convertir Gaza en un resort de lujo o sus ansias expansionistas en Canadá, se ha unido su postura con respecto al conflicto bélico entre Ucrania y Rusia, cuya situación ha dado un giro radical en la última semana después de que la Administración norteamericana anunciara de manera unilateral el inicio de las negociaciones para alcanzar la paz, dejando a un lado los intereses de Kiev, convirtiendo tanto a la UE como a la propia OTAN en meras comparsas y cediendo a las exigencias de Putin, cuyos representantes se reunirán hoy en Riad con los estadounidenses para establecer las bases de un armisticio. Este jueves se cumplen tres años del inicio de la invasión rusa de Ucrania y, aunque parece que el fin de las hostilidades está cada día más cerca, la UE quiere evitar que la paz se consiga a cualquier precio.

La solución que ha puesto sobre la mesa EEUU, ninguneando a la UE y a Volodímir Zelenski, se basa en que Kiev pierda y ceda a Moscú los territorios que durante el conflicto han conseguido conquistar las tropas de Putin, al mismo tiempo que niega de forma tajante toda posibilidad de que Ucrania pueda entrar a formar parte de la OTAN, una promesa que, con la administración Biden en el poder, estaba pactada a medio plazo. Los países europeos, encabezados por el presidente francés, Emmanuel Macron, se reunieron ayer en París, con el objetivo de perfilar una respuesta europea consensuada a las negociaciones iniciadas entre EEUU y Rusia, advirtiendo que la solución no debe dejar al margen los intereses de Ucrania, que la UE debe ser un agente fundamental en las negociaciones de paz y que, de ninguna manera, la paz se ha de basar en premiar al país agresor. Horas antes, el premier británico, Keir Starmer, ofreció la posibilidad del envío de soldados británicos a Ucrania para formar parte de una fuerza de pacificación, una opción que generó dudas entre algunos de los socios europeos reunidos en la capital gala.

Trump ha relegado a Europa a un papel residual en la resolución de un conflicto crucial para su futuro. Jamás las relaciones a uno y otro lado del Atlántico habían estado tan deterioradas. Es la hora de la diplomacia. Las palabras del vicepresidente Vance, acusando a los líderes europeos de socavar la democracia y la libertad de expresión, no hacen nada más que escenificar una crisis que, si no se ataja con diálogo, dejando a un lado las críticas grandilocuentes y se tienden puentes, puede tener consecuencias imprevisibles y la que más tiene que perder es Europa.