Humanizar al asesino. Tratar de descubrir qué se esconde detrás de un terrorista. Sacar a la luz a esa persona con corazón, hígado y riñones, con padre y madre, que un buen día decidió matar. El tema, per se, es complejo y controvertido: ¿cómo se puede humanizar a un terrorista que mata a los seres humanos? ¿Cómo se puede empatizar con esos monstruos que ni sienten ni padecen? Ahí está el meollo de Un café bien cargado, la obra de teatro con la que el escritor Arturo Tendero participa en la primera Muestra de Autores Locales, que este año ha impulsado la sala independiente EA! Teatro para promocionar la creatividad escénica local.
Se trata de un relato escrito específicamente para teatro que Arturo Tendero ya publicó dentro del libro La hora más peligrosa del día. La historia nació hace años para ser dramatizada, interpretada, desgajada, «otra cosa es cuándo encuentras quién lo haga». Pues ese tiempo llegó y la compañía Tercero Izquierda Teatro, dirigida por Engracia Cruz, ha sido la encargada de montar y ensayar Un café bien cargado, combate dialéctivo entre los actores José Zafrilla y Juan Cris Perona que se estrenará, por primera vez, en la jornada de reflexión, es decir hoy sábado, 19 de noviembre, a las 21 horas, en el EA! Teatro. Y para los menos madrugadores, la representación se repetirá mañana domingo en función única de 19 horas.
Arturo Tendero lleva desde los 20 años escribiendo teatro. Su cajón está lleno de obras inéditas que no piensa despertar por miedo al ridículo. «Si las revisara estoy seguro de que le sacaría fallos». Un miedo que no ha sufrido con Un café bien cargado por ser más reciente y porque en su revisión «me sentí satisfecho, pasó el examen».
Para bien -y por desgracia-, la obra tiene más actualidad que nunca, porque el discurso narrativo está escrito en el contexto de ETA, del terrorismo y del fanatismo: «Siempre me ha interesado mucho lo que hay detrás de los mitos cerrados; los terroristas de ETAsiempre nos han parecido monstruos, y quizá lo sean, pero nunca personas de carne y hueso, y me pareció interesante preguntarse si alguien puede dejar de ser terrorista, si seríamos capaces de ver la parte de humanidad de estos», explica Tendero. El también periodista y poeta se inventa a dos fanáticos que, además, son terroristas, porque «fanatismo no es un fenómeno solo del terrorismo, está en el fútbol, en la política..., lo que ocurre es que no es violento; el problema es que estas personas confunden un sentimiento, una emoción o un afecto con una idea».
Sobre el escenario, dos terroristas con cuentas pendientes que intentan resolver de la mejor manera posible. En lo superficial, el conflicto del País Vasco como mera excusa, porque Arturo se centra en las personas que hay detrás de esos terroristas metidos en sectas de las que difícilmente pueden salir.
«Planteamos que un fanático no deja de ser una persona y así lo trato, no son entes abstractos, es necesario entender qué les pasa por dentro y como dijo Nietzsche, el mal siempre tiene una explicación».
Como ha ocurrido con las dos obras anteriores de Rosa Cantero y Frutos Soriano, Arturo Tendero también ha acudido a los ensayos de su obra, porque al escribir teatro «el autor tiene la idea en su cabeza, imagina lo que pasa, pero llevarla a escena puede que no siempre encaje o el director no lo vea igual», circunstancia que, por cierto, no ha ocurrido con Un café bien cargado, que se ha respetado prácticamente al cien por cien.
Con su presencia en el montaje, Arturo Tendero confía, además, en servir de guía a los actores para que se metan en la piel de dos terroristas que hablan del pasado en el presente, «estando yo con ellos pueden contrastar la realidad que están montando con la del escritor, les puedo facilitar ciertas pistas para que sepan por dónde van».