Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


No somos nadie

16/11/2024

Ha vuelto como una criatura de la selva sacada de su guarida. No somos nadie. Las democracias liberales se cuentan con los dedos de una mano. El patronazgo y autoridad moral de Estados Unidos es ya inexistente. Gran Bretaña ha tiempo que decidió proseguir su aventura en solitario. La Unión Europea camina en cuerda de volatinero mirando de reojo a quienes la sacuden -el enemigo en casa-. Occidente ya no es lo que era. En realidad no somos nadie. España es un buen ejemplo -no es el único-. No trabajamos apostando por el deber ser de nuestra democracia -los altos valores constitucionales-. Ésa parece una apuesta perdida o, por mejor decir, casi un modo extravagante de encarar el futuro. Yo no sé qué estudiarán en las facultades de Derecho -en la mía la Constitución era el arco entrecruzado de todo el derecho-. En mi cartera de trabajo siempre me acompaña un ejemplar de aquellos primeros repartidos por toda España -también me acompaña una sentencia espléndida de nuestra Sala de lo Contencioso Administrativo, por la tramitación sumaria de derechos fundamentales, que estimó un recurso de doña Carmen Bayod. Pero esto -ya está dicho- es pasado. De nada vale lamentarse (nos vale el lamento para los viejos que ya no estamos en primera línea; no es nuestro tiempo ni momento) y habrá que estar a la espera de lo que será otra cosa. Ni siquiera los preceptos antaño indiscutibles que definían la responsabilidad política son hoy criterios en vigor -nada vigoriza el pasado para lo por venir-. Desde Spengler venimos hablando -y escribiendo- de la decadencia de occidente; pero aquella habla y escritura no pasaba de ser una discusión académica. Hasta hoy. Los sondeos de opinión nos hablan -qué otra habla más atroz- que hay entre los encuestados una tendencia a no considerar la democracia liberal y están dispuestos a sacrificar valores a regímenes autocráticos, con tal de no perder poder adquisitivo ni su recreo. Si fallan los principios -nacidos de nuestra tradición judeocristiana- la democracia liberal no es más que un arquitrabado ruinoso, un apagarse de la brasa democrática que en gran parte de la sociedad europea acabará por hacernos sentir el peso de la culpa, incapaces de medir la humillación secreta que muchos padecemos en silencio, quizá por apocamiento, miedo, temor o cortedad. No somos nadie. O quizá los nuevos tiempos sean mejores y seamos nosotros -los secretamente humillados- los defensores de filosofías caducas que tuvimos nuestro tiempo y no hemos de tener derecho en discutir el tiempo nuevo. En cualquier caso. En todo caso. Ya de toda suerte: no somos nadie.