El bulto sospechoso

Diego Izco (SPC)
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Tchouaméni, pitado por su afición este jueves, es el elegido para purgar los pecados del Real Madrid

El francés fue el centro de las críticas del Bernabéu en el choque de la Copa del Rey. - Foto: Europa Press

En las crisis, los grandes clubes no están autorizados para hacer lo que hacen los demás: hablar de «racha negativa» o de «mala suerte», de problemas en el calendario, de una acumulación de lesionados o de cualquier otra circunstancia natural en el deporte. Las escuadras potentes necesitan chivos expiatorios. Alguien a quien señalar o sacrificar en un altar al amanecer. El 2-5 de la final de la Supercopa ha dejado a Aurélien Tchouaméni a los pies de los caballos. 

Fue fuertemente criticado por los analistas del encuentro aquella misma tarde-noche de Yeda. Inmediatamente, las redes sociales le convirtieron en tendencia nacional y el pasado jueves, en su regreso al Bernabéu, fue pitado por su propio público cuando sonó su nombre en la megafonía, cuando saltó a calentar e incluso, más tímidamente, en los primeros balones que tocó contra el Celta. 

Siguiendo la lógica del fútbol moderno, en la que el primer señalado siempre es el entrenador, el problema del mediocentro es el crédito de Ancelotti. El italiano, coleccionista de récords, con dos Ligas y dos Champions en esta segunda etapa, está señalado como el perfecto gestor de un vestuario de estrellas, un profesor de egos. Cuestionar al de Reggiolo sería cuestionarlo todo, incluyendo el propio modelo. Así que hay que mirar al campo, donde el centrocampista galo ha sido el gran señalado en dos debacles de este curso, tanto el 2-5 del Barça como el 1-3 del Milan… y todo por una decisión táctica del propio preparador: Tchouaméni no es central, y para ser central (de garantías) hace falta entender la naturaleza del puesto. 

Conocer el oficio

Franco Baresi, uno de los mejores defensores centrales en la historia del fútbol moderno y compañero de Ancelotti en el Milan, era un tipo no demasiado fuerte de 1,76 metros que terminó su carrera (19 años en el club italiano) con 37 años. Y como conocía el oficio, con dos o tres carreras intensas por partido y una buena colocación le bastaba. El pivote defensivo puede mirar hacia adelante. Puede incluso despistarse porque detrás hay alguien preparado para la corrección. Tchouaméni, a sus 24 años, es un perfecto desconocedor de los rigores tácticos que exige ser el último zaguero… y queda retratado muchas veces: da el pego ante delanteros estáticos, falla estrepitosamente ante los llegadores de segunda línea. 

En el fútbol de élite, muchas veces los principales problemas son el precio y las expectativas, y lo que la mezcla de ambos conceptos supone en la cabeza del aficionado. Aurélien Tchouaméni fue presentado como una suerte de 'Conan, el destructor' cuyos cuádriceps iban a encargarse de barrer del mediocampo cualquier atisbo de futbolista enclenque. Y como se pagaron por él 80 millones fijos más 20 en variables, el aficionado blanco medio dibujó en su cabeza una mezcla de Kanté, Matuidi y Pogba -los tres medios campeones de Rusia'18-. Lejos de eso, se ha encontrado una plaga de lesiones en el centro de la defensa (Alaba, Militao dos veces) más la salida de Nacho y la desconfianza de Ancelotti en Raúl Asencio, alabado por el entorno blanco pero con errores propios de la edad como el penalti absurdo cometido ante el Celta. 

Cuando terminó este partido, con los huesos del Real Madrid en cuartos de final tras la prórroga y Tchouaméni relativamente indultado, el galo eligió «Lo que no te mata...» como frase para sus perfiles de redes sociales. Tiene contrato hasta junio de 2028, el apoyo incondicional de su entrenador (ha disputado 24 partidos este curso, 1.906 minutos que le convierten en el sexto futbolista más utilizado) y solo espera que el paso del tiempo y los resultados cambien su situación. Si no es así, también sabe que será el primero en escuchar silbidos.