La sustitución de la ya exvicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, por su número dos, Sara Aagesen, hasta ahora secretaria de Estado de Energía, no llega a la consideración de crisis de gobierno, de las que se producen cuando se da un cambio en la composición del Ejecutivo que implica el relevo de varios ministros. En el caso de Sara Aagesen se trata de un relevo natural con la idea de dar continuidad a una acción de gobierno en materia de medio ambiente que ha sido bien considerada en términos generales, salvo por aquellos que denuestan cualquier decisión del Gobierno. Teresa Ribera había logrado consolidarse como una pieza imprescindible a lo largo de los seis años de gobierno compartido con Pedro Sánchez y era superviviente del primer 'gobierno bonito' con el que el presidente del Gobierno comenzó su andadura en La Moncloa.
Al anunciar el cambio en su gobierno, Sánchez ha dedicado una referencia velada al intento de Alberto Núñez Feijóo para que Teresa Ribero no llegara a incorporarse como 'número dos' a la Comisión Europea presidida por Ursula von der Leyen y que ocupe el cargo de mayor importancia alcanzado nunca por una española en la gobernanza europea. De Sara Aagesen ha subrayado su capacidad negociadora y su talante para llegar a acuerdos. Fue artífice del pacto sobre la excepción ibérica en la UE para limitar el precio de la electricidad tras el comienzo de la guerra de Ucrania.
Lo que no estaba previsto en ningún caso es que Pedro Sánchez acometiera una crisis de gobierno de mayor amplitud. Ni antes ni después de las declaraciones del comisionista-conseguidor, Víctor de Aldama, que ha esparcido dudas sobre la honorabilidad de ministros, secretarios de Estado y el secretario de Organización del PSOE, que se encuentran a la espera de las posibles 'pruebas' del alcance de su labor corruptora. Sánchez ha decidido, además, aplicar la norma jesuítica de no hacer mudanza en tiempo de tribulación, o de desolación, que es el momento que se vive en el PSOE y en el Gobierno y que contribuye a desplazar cualquier decisión sobre cambios en el gobierno. Se suma así a otra serie de factores dilatorios como la celebración del 41 Congreso federal de este fin de semana en Sevilla, la aprobación, si llega el caso, de los Presupuestos Generales del Estado y la renovación de los liderazgos territoriales.
Tampoco se espera que en el PSOE se produzca una revolución en la configuración de la próxima ejecutiva federal, con la continuidad de la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, como vicesecretaria general socialista, y con Santos Cerdán conservando su actual puesto. Las declaraciones de Víctor de Aldama no van a cambiar las previsiones del secretario general del PSOE a la espera, no obstante, de las pruebas que presente Víctor de Aldama sobre nuevos asuntos, porque sin duda los tiempos que maneja el comisionista tienen una influencia relevante en el debate político, aunque sus declaraciones no denuncien acciones de carácter delictivo.
El congreso del PSOE tendría que ser el momento del relanzamiento ideológico y contribuir claramente a marcar cuál es la hoja de ruta para el fortalecimiento del partido y para apuntar cambios en el Gobierno que los lleven a cabo, y no solo para convertirse en una reunión a mayor gloria de Pedro Sánchez sobre cuyo liderazgo no existe discusión.