Letur aprende a convivir con las cicatrices de las trombas

Emilio Fernández
-

Cuando se acaba de cumplir un mes de las fatídicas avenidas de agua, el municipio serrano afronta el difícil camino de la reconstrucción de muchos de los rincones más conocidos de su casco urbano

El agua dio un fuerte mordisco al Mirador. - Foto: Rubén Serrallé

Aunque no lo parezca, ya ha pasado un mes y unos días desde que tres trombas de agua, tres en un solo día, atravesaron el casco urbano de Letur, una de las joyas de la comarca de la Sierra del Segura.

Eran las 13,30 martes 29 de octubre. La mayor parte de los vecinos del pueblo ya pensaban en la hora de comer. Era un día lluvioso, pero tampoco era para preocuparse, lo normal para la época.

Nadie lo sabía, pero en las laderas de las montañas que rodean  Letur, habían caído casi 200 litros por metro cuadrado en una hora. Un monstruo, una gran tromba, ya estaba de camino a gran velocidad. 

Todo cambió entre la una y media y las dos. En pocos segundos, bajó una gran avenida de agua  por el cauce del Arroyo de Letur, tan rápido y tan fuerte que se convirtió en un auténtico muro de agua.

La tromba bajó por la Cuesta de las Moreras y se llevó coches, enseres y personas. Pero esta primera tromba fue sólo el principio; una hora más tarde, bajó la segunda y ya de noche, una tercera, la mayor y más destructiva.

Casi desde el primer momento, hubo equipos de rescate sobre el terreno. Vecinos, Protección Civil, bomberos del Sepei, militares del Mando de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra que estaban de maniobras.

Se sumaron efectivos de la Guardia Civil, equipos de la Cruz Roja, retenes de Geacam. La noche fue angustiosa, porque las redes básicas, la luz, el agua y sobre todo, el teléfono se habían caído.

Hubo que localizar a las personas casa por casa. En un primer momento, no se sabía nada del paradero de una treintena de personas pero, poco a poco, casi todas dieron señales de vida.

Al alba del miércoles, sólo faltaban seis. Dos trabajadores municipales, cuyo coche fue arrastrado por una de las primeras trombas;  dos mujeres de edad avanzada y un matrimonio joven.

El panorama era desolador. Muchos vecinos se congregaron en el punto donde acaba la Avenida de la Guardia Civil y comienza la Cuesta de las Moreras, en silencio, para  seguir las tareas de rescate.

Todas las miradas estaba puestas en un punto situado al final de la cuesta. Donde antes había una casa, ahora sólo se veía una montaña de ramas, maleza, desechos, escombros. Ni una traza de vida.

Empezaron a llegar los políticos. Todos siguieron el mismo guión: bajaban, se adentraban en la zona cero y volvían pálidos, cabizbajos, tan enmudecidos como los vecinos por lo que acababan de ver.

A muchos de ellos, como al propio Page, se les atragantaban las palabras tras ver la catástrofe. Ese día, el presidente casi no tenía voz; ni una réplica certera marca de la casa, ni un titular ingenioso, nada.

No fue el único al que le pasó esa mañana. Ni Milagros Tolón, ni Paco Núñez encontraban la forma adecuada de describir lo que veían, era como si tuviesen que sacarles los adjetivos con un sacacorchos.

los desaparecidos. A última hora de la tarde del jueves, apareció el primer cuerpo. Era el de una mujer de edad avanzada; apareció un kilómetro más abajo, junto a la estación depuradora.

Parecía claro que el agua se había llevado los cuerpos por el Arroyo de Letur, camino del cauce del río Segura. Para seguir con los trabajos, hubo que traer maquinaria pesada para asegurar el terreno.

El segundo cuerpo, el otra mujer, apareció a 12 kilómetros del caso urbano. El martes 5, aparecieron otros dos varones; uno estaba a 500 metros arroyo abajo y el otro apareció casi en el río Segura.

El miércoles 6, ya estaban recuperados e identificados todos los cuerpos. Comenzaba una nueva fase, el control de daños, los técnicos empezaron a revisar los edificios afectados.

El sonido de las piquetas que derribaban edificios en estado precario -que se sepa, de momento, rondan la docena- se mezcló con el de las herramientas de los carpinteros que tapiaban puertas y accesos.

La maquinaria institucional se ponía en marcha. Se abrió una oficina única de atención al público,  para hacer todos los trámites ante las administraciones local, regional y estatal.

La Junta presentaba un plan de inversiones conjunto, con el Estado y la Confederación del Segura. En paralelo, vecinos y voluntarios de media España arrimaban el hombro para levantar el pueblo.

El día 13, llegó el primer síntoma de normalidad. Los 34 alumnos  y  los ocho profesores de Letur  volvían a su escuela, tras pasar un tiempo 'alojados' en el colegio de la localidad hermana de Socovos.

El 19, al fin, una alegría. Los Reyes Felipe y Letizia visitaron Letur. Además del cariño de los vecinos, se llevaron un mensaje muy claro: «por favor, no nos olvidéis».