Desde su declaración voluntaria ante el juez de la audiencia nacional, el delincuente Víctor de Aldama – dejó de ser 'presunto' en el mismo momento en que reconoció algunos de sus delitos – se ha convertido para los socialistas en un mentiroso compulsivo y en un fantasioso sin fronteras. En un 'pequeño Nicolás', con medalla de la Guardia Civil en la solapa. Lo que pueda decir el empresario conseguidor, hombre de confianza del exministro de Transportes, José Luis Ábalos, y de su entonces asesor Koldo García, no tiene credibilidad, según los señalados en su comparecencia.
Así lo han decidido en Moncloa, aunque la veracidad o no de esas denuncias la tendrán que investigar y comprobar los jueces. Si todo es una 'inventada', como ha dicho Pedro Sánchez, lo iremos viendo en las próximas semanas. De momento, el objetivo de los acusados es ridiculizar y desacreditar al personaje, a pesar de las fotos en familia y de los testimonios que acreditan su buena sintonía con el entorno presidencial. El mensaje está muy claro: insistir en la falta de pruebas, en la inconsistencia y en la improvisación de un condenado que busca a toda costa salir del trullo.
Pese al esfuerzo ímprobo de los asesores de Moncloa a la hora de imponer su relato exculpatorio, con la siempre inestimable colaboración del 'equipo de opinión sincronizada', la corrupción que salpica a este gobierno ya no hay quien la pare. Las denuncias del 'pequeño Aldama', con pruebas o sin pruebas, evidencian, cuando menos, unos comportamientos éticos impresentables y condenables.
Las investigaciones policiales han confirmado, además, la existencia de una trama perfectamente organizada que se movía por los despachos y salas de reuniones del ministerio de Transportes en tiempos de Ábalos. Víctor de Aldama entraba y salía de Nuevos Ministerios como Koldo por su casa.
Por los vericuetos de la Administración y por los despachos de sus adjudicatarios se movían Koldo y Ábalos, Cerdán y Aldama, el cupo vasco y grandes sumas de dinero que, supuestamente, unos recibían y otros entregaban. El empresario zamorano – ahora enemigo a batir – lo mismo viajaba a México por encargo de Moncloa que asistía al encuentro de Delcy Rodríguez con Ábalos en el aeropuerto de Barajas… Demasiadas confianzas, y ninguna sospecha ni denuncia contra ese individuo. Un personaje, según ellos, sin escrúpulos que quiere salvar su pellejo tirando de la manta, mientras canta La Traviata.
Habrá que ver lo que aguanta el susodicho las presiones, pero, de momento, ha conseguido meter a Sánchez y al Partido Socialista en un buen lío. En una difícil tesitura. El congreso de este fin de semana servirá para aclamar – como ya se ha visto recientemente – a un secretario general y presidente del Gobierno que está a merced de sus socios en la toma de decisiones de Estado y que sigue sin dar explicaciones sobre los casos de corrupción que enfangan su mandato.
Sería un buen ejercicio de transparencia, explicar a sus compañeros de partido y de paso al resto de españoles ¿qué pintaba el 'delincuente' Víctor de Aldama en misiones diplomáticas o haciendo favores a personas de su máxima confianza?
Y también sería bueno escuchar en el congreso socialista a delegados y militantes criticar, sin pasarse, a Pedro Sánchez. Pero, mucho me temo, que se impondrán de nuevo los encendidos aplausos y las grandes aclamaciones al líder.
Y, por supuesto, que no falten las críticas al PP, que, de corrupción sabe bastante.