La fila se arrastraba como ganado fatigado, como adormecidas vacas, en pie durante más de una hora, aunque hubo antes otra fuera, en la calle helada, entre los vigilantes de seguridad, las ametralladoras y tanquetas de la policía que custodia la embajada del país más poderoso del mundo, en Madrid. Habían entrado antes en una página oficial, por Internet, muy mal diseñada, que costaba varias horas rellenarla, más de cuatro, con muchas preguntas ingeniosas, como la de si quien quiere entrar en EEUU tiene ánimo de matar al presidente o es acaso terrorista, violador, maltratador... Así, el malhechor que lo proclama es rechazado previamente, evitando que haya que perseguirlo, claro, así de tontos son los terroristas...
La entrevista previa en la hora fijada no servía de nada, larga fila infame también les aguardaba, incluso a los ciudadanos del todavía más rico y poderoso país del mundo les obligaban a soportar la tediosa, innecesaria espera. Sin medios suficientes, el estado y su maquinaria administrativa aplastan, y en este caso más parece de un país subdesarrollado como Etiopía o Afganistán que no del prestigioso gigante norteamericano. La mayoría pedía un visado de trabajo o para una visita no turística, pero parece que quieren quitarle las ganas a quien se acerca de ese modo -no hay otro-, como también sucede con el Reino Unido desde que dejara la UE, pérdidas de tiempo y dinero... Viajar por la Europa unida hoy es una maravillosa experiencia que aquí -cuando se compara- se demuestra.
Tengo el privilegio de ser invitado por poderosas instituciones, pero la palabra ha de expresar lo que los ojos ven injusto: en la sala donde hacen las entrevistas a través de blindadas ventanillas, se exhiben carteles con biografías de personajes que se supone encomiables, pues encarnan la diversidad de EEUU, negros, amarillos, hispanos, blancas... En esto se han gastado el presupuesto, no en empleados que realicen bien su trabajo, sino en quien ha de elegir los modelos del nuevo paradigma social, en colocar cartelitos...
EEUU ha derrochado también fabulosas fortunas en armamento propio o para apoyar a ciertos países en múltiples conflictos bélicos. Es comprensible que los ciudadanos que esperan en las colas de su propia embajada, hartos de funcionarios que no funcionan y diseñan muy mal las aplicaciones informáticas, quieran abandonar el papel autoimpuesto de gendarme mundial y concentrarse en resolver sus numerosos problemas. Es la propuesta de Trump, dedicarse al interior de sus fronteras, a lo esencial, evitando los conflictos externos y adelgazando el ineficiente aparato estatal: libertad.
Los ciudadanos de casi todo el mundo hoy vemos claramente que nuestras democracias son tan deficientes que apenas merecen dicho nombre: son partitocracias donde multinacionales, finanzas y partidos se reparten los beneficios y el pueblo solo pinta cuando aquellos deciden y quieren ser elegidos