Hasta la década de los 60, el instituto Bachiller Sabuco de Albacete fue el único donde hombres y mujeres podían estudiar la Educación Secundaria (hubo una época que lo hicieron por separado, las mujeres en el ala derecha del edificio, los hombres en la izquierda). Por eso, no es de extrañar que entre sus aulas se formaran los que iban a ser, en el futuro, insignes y eruditos literatos, investigadores, científicos, alcaldes, políticos, arquitectos, médicos...
Aunque sólo fuera por un curso, porque por circunstancias familiares tal como llegó a Albacete se fue, el instituto presume todavía hoy de contar con la solicitud y el examen de ingreso que realizó un desconocido -por entonces- Ramón Menéndez Pidal, que recibió clases en la época en la que el instituto se encontraba en el exconvento de los franciscanos, ubicado en la calle Zapateros.
Muchos años después de que este filósofo se empapara de la enseñanza albacetense, un rodense llamado Tomás Navarro Tomás se matriculaba en el instituto. También solo un año, en el curso 1898-1899.
Andrés Collado Piña, Dionisio Guardiola, Gabriel Lodares o Rafael Mateo Sotos fueron también ingresando en las filas de estudiantes de Secundaria del Bachiller Sabuco, enseñanzas que se impartieron entre 1860 y 1880.
El que fuera presidente de la Diputación Provincial, Juan García Mas; los arquitectos Ramón Casas Massó o Francisco Manuel Martínez Villena; el abogado y periodista Joaquín Quijada; el comerciante y concejal Pedro Martínez Gutiérrez; y el decano del Colegio de Abogados de Albacete, Eleazar Huerta Huerta, también pasaron por los pupitres de madera del antiguo instituto de la calle Zapateros.
Personajes ilustres, cada uno en su campo, sin los cuales no se podría entender bien la historia de Albacete desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad.
Y aunque 174 años de vida dan para muchas historias y anécdotas, el IES Bachiller Sabuco pasea a día de hoy su orgullo por haber contado en su claustro con el profesor Demetrio Nalda, un riojano que se doctoró en Letras, Historia yPedagogía y que ejerció su cátedra en el instituto de Albacete.
Mucho más allá de su magisterio, a Demetrio Nalda se le recuerda por ser «un hombre excepcional», explica la directora Ana Rodríguez. «Excepcional por su inteligencia y dedicación al estudio, excepcional como persona y excepcional en su trabajo como profesor», faceta que dedicó para la enseñanza del castellano y literatura universal, latín, francés, inglés, griego, árabe y hebreo.
Autor de numerosas obras y trabajos principales, Nalda destacó de entre las muchas cualidades por su faceta de profesor. Catedrático de Literatura desde 1920, llegó al Instituto de Albacete en el curso académico 1933-1934, aunque en 1917 ya había sido profesor en el colegio Cervantes de Villarrobledo, adjunto al de Albacete. Depurado tras la guerra civil, fue reincorporado a su plaza en abril de 1963, aunque un mes más tarde lo trasladaron al Instituto de Alcalá de Henares, donde se jubiló por edad en 1964.
<B>AMOR Y RELIGIÓN.</B> De profunda creencia religiosa, Demetrio Nalda se casó en Albacete en 1922 con la pianista y concertista Mercedes Felipe. Aquí nacieron sus cuatro hijos y aquí, en 1975, se le rindió al profesor un homenaje en el paraninfo del por entonces Instituto Mixto. En su discurso, Demetrio Nalda demostró el amor por su mujer en lo que llamó Mi última lección: «En oración callada pido a Dios que me dé la fuerza suficiente para poder dirigiros unas palabras en estos momentos; serán como un tributo de amor a mi ausente muy amada, mi compañera-inspiradora y sostén, que tenía viva ilusión, la última de su peregrinación terrenal, para participar en este acto, tan cordial y emotivo, que nos ofrecíais: mas, el hombre propone y Dios dispone».
Tras su muerte, sus herederos decidieron legar toda su biblioteca al Bachiller Sabuco, una colección de casi 2.000 volúmenes a los que, de momento, no se puede acceder para la investigación, ya que el centro no dispone de recursos suficientes para garantizar la buena conservación y la correcta manipulación de los ejemplares.
Ello a pesar de que la biblioteca de Demetrio Nalda cuenta con libros de lengua y literatura española, religión -muchos de ellos del siglo XVIII-, enciclopedias y diccionarios y sus propias obras, entre ellas, ¡¡Siembra amor!!, una recopilación de artículos publicados en La Voz de Albacete entre 1975 y 1976, en cuya dedicatoria escribió:«Y a Albacete, en el que mi vida ha transcurrido y transcurre tantos días, ciudad de gozos y dolores para mí, siempre amada».