Ángel Antonio Herrera mantuvo un brillante coloquio en Madrid

Emilio Martínez
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El escritor recogió el premio 'Albacetense Distinguido' en la sede de la asociación

Ángel Antonio Herrera (izquierda) recibió el premio de manos de Patricio Morcillo. - Foto: Emilio Martínez

Una opinión que se extendió volando, e incendiando virtualmente,  como ese fuego poético que tanto le inspira en sus versos y caracteriza su estilo. Sí, la compartida por todos los asistentes a «uno de los coloquios más brillantes, si no el que más», cual resumió a La Tribuna uno de ellos, que han acontecido en la sede de la Asociación Cultural Albacete en Madrid durante los últimos años. Semejante denominador común era coincidente en sus comentarios e impresiones al término de un acto, también de altísimo nivel intelectual, protagonizado por el paisano Ángel Antonio Herrera para recibir su Premio Albacetense Distinguido que, por un compromiso previo, no pudo recoger en la ceremonia de entrega del pasado mes de abril en la Diputación. Y que, sobre todo, consistió en un largo e interesante coloquio con el escritor y periodista.

Ya el presidente del grupo, Patricio Morcillo, se encargó de glosar a «este intelectual del que tanto presumimos los paisanos de la diáspora», como expresó, y dejó claro que resumir su extraordinaria y polifacética labor profesional, «con sello y vitola propios» ocuparía demasiado tiempo, un tiempo que le quitaría al gozo de sus palabras que «aquí nos ha convocado». Por ello se limitó a un breve repaso de sus trabajos durante las cuatro décadas que lleva residiendo en la capital española. Añadiendo que a tales méritos para el galardón, y a pesar de esos cuarenta años en Madrid, era justo y necesario agregar que Ángel ejerce de su condición de paisanaje.

El escritor y periodista recibió «encantado» el título y pronunció frases de agradecimiento por el mismo y por la presencia de público, entre el que se encontraban otros destacados paisanos. Varios de los cuales, como el también periodista José Hervás; el músico, director de cine y dramaturgo Tuti Fernández; el economista y profesor Augusto Huéscar, y el poeta Manuel Cortijo, participaron intensamente en el coloquio con sus preguntas. Eso sí, lo hicieron tras la que fue su conjunta felicitación previa por el premio, que constituyó un tibio adelanto de la explosión de infinita gratitud «por tantas y tan magníficas reflexiones» que el albacetense había regalado a la conclusión del mismo casi hora y media después.

Como era lógico, la cuestión inicial que se le planteó por parte de los asistentes fue la de sus inicios poéticos y sus recuerdos de la tierra en general y en particular de «esa alegre prolongación del verano y de la alegría», como definió Ángel a la Feria. Aprovechó para recordar con emoción la figura de su padre, el profesor de Latín y Griego en diversos centros de enseñanza, Antonio Herrera, «un maestro de energía y de destreza». Quien a la par era un empedernido lector de los clásicos españoles del Siglo de Oro, y de otros escritores, y le inculcó el afán por la curiosidad y el amor por «la palabra, por el lenguaje, incluso antes del pensamiento», precisó, con modelos como Lorca, Alberti y Gerardo Diego, entre otros.

En aquella época de finales de los 70 el hoy destacado intelectual, que se siente poeta por encima de todo, -aunque ha brillado también en otros géneros- dio a luz sus primeros versos. Que tuvieron continuidad con su llegada a Madrid para hacer la carrera de Ciencias de Información, su vida bohemia y nocturna como el vate maldito que quería ser, su asistencia al legendario Café Gijón, ya casi en el inicio de sus horas bajas, y sus primeros reportajes pagados en la tristemente desaparecida revista Interviú, donde creó una sección sobre la famosa movida de entonces.

 

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