La Cueva de los Chorros siempre fue muy conocida, en buena medida por el fenómeno del 'reventón', pero no fue hasta el año 1955 cuando se descubrió a nivel espeleológico. En 1965 comenzó su exploración topográfica por Rafael Plá y Francisco Pavía.
Desde entonces, varias generaciones de espeleólogos han trabajado en ella, pero aún no se encontró su fin. La cueva está llena de sifones o galerías inundadas y es una prolongación del paraje de la Cañada de los Mojones.
Recibe agua por varias entradas y experimenta los conocidos un 'reventones' cuando los sifones y lagos internos se desbordan. La entrada a la cueva está regulada por el Parque Natural de los Calares para evitar la masificación y proteger el entorno.
En la década de 1960, espeleólogos alcoyanos comenzaron a explorar la cueva, y en 1966 se creyó que estaba totalmente explorada. Sin embargo, se descubrieron más galerías y sifones en las décadas siguientes. En los años 70, se encontró el sifón Vera, y en los 80, el sifón Terminal, ahora conocido como Mateo.
En los 90, se topografió el primer sector y se exploraron nuevas simas, entre ellas una que conectaría con la cueva en 2002. En 1993, nació Extopocien, que coordina la topografía y exploración de la cueva y forma parte de la Junta del Parque de los Calares.
En 2007, se halló un acceso que permitió conectar una sima con el complejo de la cueva. En 2014, Extopocien publicó sus primeros trabajos de exploración.
Desde entonces y hasta ahora, los trabajos de exploración y topografía se centraron en el sector cuatro, con la colaboración de varios grupos como por ejemplo los buzos del CENM de Cartagena.