Antonio Remiro Brotóns, es catedrático Emérito de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid. Miembro de l'Institut de Droit International y del Grupo español de la Corte Permanente de Arbitraje, además de consejero y abogado en diversos litigios ante la Corte Internacional de Justicia y en arbitrajes internacionales, ayer fue el encargado de inaugurar el ciclo de conferencias Aluex 2024-2025, en el salón de actos de la Diputación Provincial.
Su charla se denomina La utopía de un Nuevo Orden basado en el derecho, el multilateralismo y la solidaridad.
Mi conferencia versa sobre el análisis de la cantidad de amenazas que sufre el mundo contemporáneo, derivadas algunas veces de causas clásicas que conducen a la guerra y a los conflictos armados y otras de causas sobrevenidas por los cambios en la naturaleza, como el cambio climático, la perdida de biodiversidad.
Con causas clásicas hace referencias a conflictos como el de Israel o el de Ucrania.
Sí, efectivamente, esos son conflictos a los que hago referencia, pero no los únicos, porque en África hay media docena de conflictos abiertos y otros en Asia.
Encontramos unas Naciones Unidas que no están a la altura de las circunstancias al manejar estos conflictos, porque al basarse en el acuerdo de las grandes potencias y estar en un amplio desacuerdo, pues el hecho del derecho al veto en el Consejo de Seguridad, paraliza toda acción y por tanto, estamos asistiendo, como espectadores desamparados a guerras que no tendrían que suceder y provocan un gran sufrimiento humano y además son una fuente de desestabilización regional y al paso que van mundial.
¿Podemos pensar en un futuro esperanzador?
Yo trato de establecer un paradigma de esperanza, sobre bases que no sean estrictamente utópicas, bases reales. Naciones Unidas en otros ámbitos que no sean justamente el ámbito primordial de mantenimiento de la paz, ha tenido éxito.
Naciones Unidas fue la que alimentó la descolonización, alimentó la codificación del derecho internacional, la que facilitó una estructura para el desarrollo de los países menos desarrollados. En definitiva, que ha desarrollado una acción importante y constructiva y necesaria. Las Naciones Unidas siguen siendo imprescindibles para el futuro del mundo. Si no existiera la ONU tendríamos que inventar algo parecido, con lo que lo mejor que podemos hacer es reformarla, adaptarla a la nueva realidad geopolítica y geoeconómica y a partir de ahí seguir buscando sus propósitos.
¿Cuáles son esos propósitos?
Primero quitar las guerras y buscar la solución pacífica a los conflictos; segundo el desarrollo sostenible de los países, de manera que las desigualdades puedan ir moderándose; en tercer lugar, la defensa de los derechos humanos de todos los individuos, son los tres objetivos fundamentales de la organización y en eso tenemos que trabajar siempre.
Si no defendemos el multilateralismo, un multilateralismo constructivo, en el que todos tienen la capacidad de hablar y pronunciarse y buscar compromisos para intereses comunes, caeremos en bloques hegemónicos en conflicto y eso es de muy mal agüero para el futuro de nuestro mundo.
¿Pero podemos evitarlo?
La esperanza y la fe son dos virtudes teologales que se alimentan una a la otra, mientras que la caridad es una virtud que puede vivir autónomamente y que es lo que nos quedaría, si perdemos a la fe y la esperanza. La fe alimenta la esperanza y la esperanza la fe y son las dos virtudes que tenemos que aplicar a esta situación, una fe con esperanza, sobre bases reales de que las gentes que son responsables sean conscientes de los enormes riesgos que pasaríamos de no mediar su inteligencia común; es decir, el acuerdo y la necesidad de buscar los derechos humanos de cada individuo; de los pueblos, con el respeto de su identidad y su cultura; Estado, donde reside la unidad básica de las relaciones internacionales; humanidad, que es lo que nos engloba a todos.
Si uno analiza desde esas cuatro perspectivas el futuro del mundo, puede tener esperanza, si quienes son los responsables de llevar eso adelante son también quienes depositan fe y esperanza en su propia acción.