Hay días que no se tiene ganas de nada y menos aún de escribir. La tragedia que desde la pavorosa noche del miércoles no ha hecho sino crecer hasta ya superar el centenar de muertos nos tiene, desde luego a mí sí, conmocionados, golpeados por unas imágenes y aún más por lo que vamos sabiendo. Y es que bajo ellas hay muertos por doquier. Compatriotas nuestros que nunca podían imaginar que cuando comenzó a retumbar el trueno y a rechascar el relámpago aquello podía culminar en lo que fue y que ellos ya no podrán contar.
Cada cual de nosotros busca en la memoria algo visto o sufrido pero aunque se recuerde alguna situación similar, la mayoría, y no se si habrá siquiera alguien que sí, no podemos recordar algo tan brutal, tan terrible, tan destructivo, tan imposible de resistir. A mí, personalmente, la noche me pilló en Toledo, en un nuevo acto de ciclo de Novela Histórica, Toledo, Luz de Europa que protagonizó la escritora Almudena de Arteaga.
Llovía y llovía a rabiar cuando salimos, pero fue después cuando comenzaron a llevar noticias de la tragedia y de los primeros muertos. Y a partir de allí la secuencia de las insoportables cifras que no dejaban de crecer. Si nos dormimos con diez fallecidos nos despertamos ya con cincuenta, y al acostarnos al día siguiente iban ya por los 100.
Al regresar a Madrid me iba fijando en las caras de la gente que viajaban conmigo y en bastantes de ellas contemplaba una diferente expresión, un mayor silencio, una aire de pesadumbre. Cuando alcance a saludar fugazmente a algún a algún conocido ya fue casi lo primero que compartimos y cuando cogí un taxi fue el primer motivo de conversación.
.- ¿Cómo fue por aquí?.
.- Pues cayó bastante, pero gracias a Dios a más no fue.
.- ¿Y usted de donde viene? - me preguntó y al decírselo me informó
.- Pues por Cuenca y Albacete dice la radio que hay muertos y desaparecidos.
.- «Pobre gente», dijimos a la par, y ambos nos callamos después. No había ganar de hablar en ninguno de los dos.
Al callarme me vino a la cabeza lo más cercano y similar a lo que ha podido pasar en algunos de los pueblos afectados como el de Letur (Albacete) y que más de cerca le tocó. Fue en el pueblo de Yebra, en mí Guadalajara natal, con él que tengo mucho contacto y amistades. Sucedió en el año 1995 un 9 de agosto. Una enorme y localizada tormenta acabó con las vida de 10 de sus vecinos. Han pasado 29 años pero se muy bien que nadie allí lo ha olvidado y ahora a todos se les removerá aquel dolor.
Este de ahora nos dolerá a todos pero en quienes lo han sufrido más directamente se convertirá en una herida que no cicatrizara del todo nunca. El retumbar del trueno o el restallar de un relámpago volverá a hacer revivir la pesadilla.
Y yo casi no quería llegado hasta aquí, con estas líneas, escribir nada más, dejarlo todo para después del silencio que me parece lo más adecuado y lo que el cuerpo y el espíritu me piden. Pero hay algo que me ha revuelto el cuerpo y he de decirlo. Lo sucedido en el Parlamento donde después de decidir suspender el pleno en señal de duelo, el Gobierno y sus socios, con la complicidad inmediata de la presidenta de la Cámara, Armengol, decidió convocar de inmediato uno extraordinario. Fue tan solo para aprobar un nuevo decretazo que les permitirá controlar ya de una manera total la ya muy controlada RTVE. Eso era la infame cuestión que no podía esperar. Ni siquiera por un centenar de muertos se podía demorar.
Y eso hace que haya sido el día que ya no solo no tenía ganas, sino que me dolía a mí el tener que escribir.