Los falsos lobos de Wall Street

Marcel Guinot (EFE)
-

Al más puro estilo Scorsese, una red criminal logró ganar en España 52 millones de euros mediante inversiones ficticias y guiones aprendidos para hablar como 'brokers'

Imagen de archivo de un grupo de corredores trabajando durante el final de la sesión en la Bolsa de Nueva York. - Foto: PETER FOLEY (EFE)

Ofrecían a sus víctimas productos financieros de alto riesgo haciéndolos pasar por valores seguros y se aprendían un guion para hablar como profesionales del mundo de las inversiones. Parece una secuela de El Lobo de Wall Street, pero era el modus operandi de una organización criminal acusada de defraudar 52 millones de euros que acaba de ser desarticulada.

Se trata del último gran chiringuito financiero desmantelado en España, en una operación conjunta de la Policía Nacional y la Agencia Tributaria que se ha saldado con 33 detenidos y la localización de 29 personas que habrían sufrido un perjuicio económico de más de dos millones de euros, según asegura Óscar Lago, inspector del Grupo 9 de Estafas de la Policía Judicial de Madrid.

El pasado mes de noviembre, los agentes procedieron al registro en cinco viviendas y siete oficinas de la capital y los municipios de Rivas y San Sebastián de los Reyes, donde se intervinieron 200.000 euros en efectivo, cuatro vehículos, más de 40 móviles, 12 relojes de alta gama, material informático, 21 obras de arte -entre ellas, un cuadro de Joan Miró- y facsímiles valorados en 200.000 euros.

El entramado, formado por más de 100 personas supuestamente dedicadas al asesoramiento financiero, utilizaba oficinas o domicilios como centros de llamadas desde los que engatusaba a las víctimas -generalmente particulares con pocos ahorros, neófitos en el mundo de las inversiones- para invertir en productos que, tal y como aseguraban, tenían rentabilidades altas -de hasta el 30 por ciento- y generaban poco riesgo.

«La finalidad de las llamadas era captar a los clientes para que invirtieran, para sacar información de estas personas y saber dónde podían ser vulnerables para que enviaran sus ahorros. Una vez conseguida la primera inversión, los miembros de la organización entregaban la información a otros jóvenes de los centros de llamadas para llevar a cabo las operaciones de inversión», relata el jefe de la investigación policial.

Sin embargo, cuando el afectado quería retirar el dinero, los propios captadores se encargaban de hundir la ejecución y quedarse con la suma, que era repartida al 50 por ciento entre el jefe de la organización y otros brokers en el extranjero que trabajaban con ellos para dar legitimidad a la empresa que cometía dicho fraude.

Manipulación hasta el final

Era entonces cuando las cosas «empezaban a ir mal», la operación «dejaba de ser segura» y, de la noche a la mañana, la cuenta entraba en pérdidas por la acción de los delincuentes, según explica Andreas Durán, jefe del área de Madrid de Vigilancia Aduanera.

Cuando las personas estafadas intentaban contactar con los brokers, estos alegaban estar enfermos o encontrarse en un viaje de negocios. Finalmente, hablaban con las víctimas para impedir que denunciaran y, al mismo tiempo, hacerles creer que las pérdidas eran por su culpa o por cuestiones del mercado.

De esta forma, los detenidos incumplían las normas de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), que prohíbe la realización de llamadas para ofrecer ese tipo de productos financieros.

El inspector detalla que algunos de los jóvenes encargados de manipular llegaban a ganar hasta 100.000 euros en la trama, en la que los perjudicados perdieron de 5.000 a 50.000 euros.

Una simulación de nivel

Claramente influenciados por El Lobo de Wall Street, la exitosa película de Martin Scorsese que narra la historia de Jordan Belfort, el vitriólico broker sin escrúpulos que termina en la cárcel por fraude bursátil, la organización decoraba las casas y centros de llamadas con grandes vinilos con símbolos y dibujos del distrito financiero de Nueva York.

Para darle credibilidad al asunto, los miembros del entramado simulaban una situación de ajetreo en una oficina bursátil, con el ruido de conversaciones abigarradas y teléfonos móviles sonando para que las víctimas creyeran que trataban con profesionales del mundo financiero, según relatan fuentes policiales.

Sin embargo, el homenaje a Belfort no residía en las grandes sumas de dinero ni los relojes o cuadros que adquirieron con el fraude, sino en los guiones que los captadores se aprendían de memoria para aparentar elocuencia, seguridad y conocimiento en la materia. 

«Hola, soy (...), ejecutivo adjunto de (...), líder mundial en volumen de capital. (...) Comentarle que, durante los dos primeros meses, no cobramos ningún tipo de interés. Es más, le ofrecemos un bonus del 20 por ciento del capital de la inversión para que pueda operar tanto por su cuenta como con nuestro trader», se puede leer en uno de estos documentos.

El blanqueo del dinero estafado se realizaba a través de préstamos a otras personas para la compra de viviendas o locales, un sistema que permitió dar apariencia legal a cuatro millones de euros y por el que los agentes se han incautado de 21 inmuebles.