La inteligencia artificial obligará a más evaluación continua

L.G.E.
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Pablo Garáizar dará una ponencia en el congreso Exducere sobre la que se viene con la IA generativa. Para evitar engaños, apuesta por evaluar más los procesos de los trabajos que el resultado final

La inteligencia artificial obligará a más evaluación continua - Foto: Óscar Solorzano

De los creadores de la wikipedia o 'el rincón del vago', llega ahora la inteligencia artificial. Si hace ya años, unos cuantos, los profesores se llevaron las manos a la cabeza por lo fácil que ponía internet a los estudiantes la posibilidad de hacer 'copia y pega' con sus trabajos, ahora la inteligencia artificial da la vuelta de tuerca definitiva. «El uso más ingenuo de la inteligencia artificial es más fácil detectarlo porque puedes tener el ojo entrenado y ves lo que suele hacer la inteligencia artificial generativa», explica Pablo Garáizar, profesor de la Universidad de Deusto en Programación, Computación o Hacking Ético. Sin embargo, un uso más avanzado permitiría a un estudiante pasarle ejemplos a la inteligencia artificial de cómo escribe él y pedirle que elabore un texto que cuadre con los conocimientos que debería tener un alumno de su edad. En ese extremo «es imposible que nos demos cuenta de que ha habido Inteligencia Artificial Generativa», avisa Garáizar, que al final lo compara con una «carrera armamentística» entre los estudiantes que intentan 'engañar' a los docentes y los docentes que buscan 'pillar' a los estudiantes.

Del horizonte que está dibujando la inteligencia artificial para el mundo de la enseñanza va a hablar Garáizar en la próxima edición de Exducere, el congreso sobre educación que organiza cada año la Consejería y que reunirá en Toledo a casi mil docentes los días 28 y 29 de marzo. Sabe que es un tema que preocupa. 

Garáizar cree que la extensión de la inteligencia artificial hará que se tenga que cambiar la forma de evaluar. «Ya la evaluación no puede ir a evaluar productos finales porque no sabemos qué producto es de la competencia del alumno y cuál de competencia digital», admite. Es decir, que no tendría mucho sentido evaluar si un estudiante se ha leído un libro solo con el resumen o el trabajo final que haga del mismo. «En esa lectura obligatoria, semana a semana vamos a estar comentándola en clase, vamos a estar haciendo un comentario en común y si una persona no participa nunca, pues habrá que hacerle una pregunta directa», explica.

Un «seguimiento más cercano»

En definitiva, Garáizar apuesta por «evaluar procesos, que es más costoso, y hacer un seguimiento más cercano». Es decir, que la evaluación continua tiene que ir a más. Pone un ejemplo de su propia área. «Hacemos proyectos de programación que los puede hacer ya ChatGPT», apunta, «pero si voy viendo que se van modificando pequeños errores y toda la evolución del proyecto, todas las ediciones, al final casi les sale más a cuenta hacerlo propio que copiarlo, porque si lo quisieran copiar tendrían que pedir a la inteligencia artificial que programase los 200 cambios que hay que ir haciendo para reparar los fallos y que un código que no funcionaba luego lo haga». 

Por un lado, sugiere que hay que ir por la línea de proponer tareas «que no merezca la pena hacer con la inteligencia artificial porque es casi más laborioso». Pero también apunta que hay momentos del aprendizaje que exigen ir empezando por los cimientos, poco a poco, con tareas básicas para que el estudiante vaya adquiriendo las competencias, sin complicarles la vida con el objetivo de que eso no lo pueda hacer una inteligencia artificial. 

El profesor conoce cuál es el nivel de cada alumno

Según observa Garáizar, en estos momentos los alumnos no usan apenas inteligencia artificial en Primaria, pero sí empiezan a utilizarla en Secundaria y la Universidad. Frente a su empleo, tienen delante a profesores que ya saben más o menos cuál es el nivel que tiene cada alumno, cómo van evolucionando y qué aprendizaje van afianzando como para no llevarse sorpresas si el uso de la inteligencia artificial muestra unas competencias que no corresponden con la realidad. Ahora bien, eso implica tener menos alumnos por aula. «Si tienes a 23 alumnos en clase, por ejemplo, puedes saber hasta qué situación familiar tienen, poder estar muy cerca de su evolución y ver qué hacen no solo en tu asignatura, sino en otras», explica. 

«La IA generativa embellece y mejora mucho el producto final, pero se salta todo el proceso»

«Estamos en el colectivo docente a verlas venir, con muchas dudas», reconoce Garáizar. Explica que en la enseñanza ya había una inteligencia artificial, más clásica, que ya se empleaba para hacer detección temprana de fracaso escolar o evaluar el uso de herramientas digitales. El problema vendría con la otra, la inteligencia artificial generativa, la que puede crear textos, imágenes o vídeos. «La IA generativa embellece y mejora mucho el producto final, pero se salta todo el proceso», expone