Javier Lostalé, en el Día Mundial de la Poesía, visitó Albacete, Popular Libros, para abrir el Aula Literaria Barcalora. El poeta compartió esta apertura de ciclo con Rubén Martín y Javier Lorenzo. El autor y periodista comentó a La Tribuna de Albacete sus sensaciones ante esta cita literaria.
¿Por qué decidió participar en este nuevo proyecto de Barcarola?
Es una maravilla. Para mí fue una sorpresa cuando me llamó Juan Bravo Castillo para decir que podía venir a esta aula literaria, porque la revista Barcarola es una de las principales de España y siempre he estado cerca de ella, por tanto es un gran honor venir aquí.
¿Se siente usted más escritor, poeta o periodista?
Yo me siento más poeta y últimamente me gusta más que hablen de mi poesía, más que de mi experiencia durante 36 años en Radio Nacional de España, donde sigo trabajando ahora en La Estación Azul, que fue un programa que creamos Ignacio Helguero y yo a finales del siglo pasado, 1999. De todas las maneras, el periodismo me dio la posibilidad de conocer a muchos escritores, con los cuales he tenido después amistad y, por tanto, ha habido un trasvase no sólo en cuanto a mi trabajo en la radio, sino que también ellos me han ayudado y hemos compartido experiencias literarias y han contribuido mucho a enriquecer mi obra, porque de ellos, naturalmente, he aprendido muchísimo.
¿Pilotó un programa mítico en la radio española, El ojo crítico?
Trabajé efectivamente durante muchos años. Fue un programa que creó el inolvidable Fernando Delgado, con el que he tenido una gran amistad y, en general, he trabajado en programas culturales, aunque al principio, de 1976 a 1981, hice información parlamentaria en el Congreso de los Diputados y prácticamente no salía de allí. Estuve en el proceso de elaboración de la Constitución, en las primeras elecciones y conviví con todos los políticos de entonces. Fueron años muy interesante, aunque después me dediqué más a la cultura.
¿Dónde se sintió más cómodo?
El lenguaje periodístico es distinto al poético, porque el periodístico es denotativo, pero no connotativo. Al fin y al cabo, el periodismo también trabaja con el lenguaje y uno se enriquece mucho con él.
¿Qué significó ese prólogo de Vicente Aleixandre para la antología Espejo del amor y de la muerte?
Cuando era muy joven conocía a Luis Antonio de Villena y Luis Alberto de Cuenca y todavía, ni ellos ni yo habíamos publicado nada. Entonces, decidimos, con Eduardo Calvo y Ramón Mayrata, publicar los primeros poemas, una edición que nos costó muchísimo dinero entonces, en el 1971. La introducción la hizo Antonio Prieto, el editor, y lo que hizo Vicente Aleixandre es escribir un texto precioso dedicado a unos jóvenes poetas. Sí tuve una amistad muy grande con Vicente Aleixandre. En el 1977 le dieron el Premio Nobel y, la verdad, nos veíamos con mucha frecuencia, me ayudó mucho. Cuando estaba escribiendo Jimmy, Jimmy, le enseñaba los poemas, en uno de ellos no le gustaba mucho cómo terminaba y me dijo, con la condición de que nunca lo desveles, te voy a poner el final. Entonces, hay un poema de Jimmy, Jimmy en el que figura un último verso que no es mío, sino de Vicente Aleixandre, pero fiel a esa promesa, no lo puedo desvelar.
En pandemia, Chamán Ediciones publicó una nueva antología de su obra, La luz de lo perdido.
Cierto, es una editorial magnífica. Pedro Gascón es poeta, editor y se dedica a la enseñanza, su obra queda un poco relegada porque se entrega a los demás. A mí me ocurrió también en alguna medida, porque en mi primera etapa estuve 14 años sin publicar. Publiqué Jimmy, Jimmy, luego Figura en el paseo marítimo y hasta el año 1995 en que Adonáis publicó La rosa inclinada, no volví a escribir. Luego publiqué con más regularidad, aunque soy un escritor lento, con una media de cuatro, cinco años entre libro y libro. Entonces, Pedro Gascón me dijo que si podía publicar esta antología, que hizo una poeta y periodista, Esther Peñas. Además es importante porque contiene una larga entrevista al principio y después un pequeño estudio sobre mi obra. Es una antología muy completa y estoy muy agradecido.
¿Continúa con la escritura?
Claro. En mí obra hay dos etapas, una más de la experiencia, hablando de las cosas personales porque sobre todo, el libro primero siempre suele ser autobiográfico, pero luego hay otra etapa a partir de Tormenta transparente, luego apareció El pulso de las nubes y a finales del 2022, en Pre-Textos, Ascensión y ahora estoy escribiendo en la línea de esta última etapa que empieza en Tormenta transparente.
¿Cómo es esa etapa?
En mi obra, en esta nueva etapa, la parte personal, autobiográfica, queda relegada, es una poesía mucho más despojada, mucho más esencial. Por ejemplo, de Ascensión, Pureza Canelo, otra gran poeta y amiga, dijo que era un libro de amor en el límite y de diálogo del espíritu con el espíritu, porque no existe ninguna figura amorosa y, sin embargo, es un libro profundamente amoroso. El amor, que no existe, está creado a través del lenguaje. Además, en la poesía, como creo que en la vida, lo que no existe también actúa dentro de nosotros. Lo invisible, también actúa dentro de nosotros. Por eso, la idea de la invisibilidad está muy presente en este libro y lo no existente, que sigue actuando dentro de nosotros. Todo eso, ausente, inexistente, invisible, actúa mucho en la creación, sobre todo en esta última etapa. Luego está el lenguaje y su poder, porque al escribir un poema hay una lucha constante, ya lo decía Octavio Paz, que el lenguaje, por un lado nos ayuda, pero por otro, es un enemigo y se depende mucho de él, que es el que nos dirige, por eso comenzamos escribiendo un poema de una manera y termina de otra, el propio lenguaje, los propios versos, van modificando el sentido del verso.