Todas las Semanas Santas exigen un gran esfuerzo de preparación y organización, pero la de Hellín es de las que se llevan la palma. No sólo hay que organizar las diferentes procesiones y ceremonias, sino también sincronizar su secuencia, entre las diferentes cofradías, hermandades y, también, con las peñas de tamborileros. Uno de los principales responsables de este auténtico encaje de bolillos es José Rafael Marín Millán, el presidente de la Asociación de Cofradías y Hermandades.
Usted es el presidente más joven que han tenido las Cofradías y Hermandades de Hellín. ¿Cómo se llega a esta responsabilidad tan grande?
Por tradición, evidentemente. La Semana Santa se vive los 365 días al año en mi casa y siempre he estado muy vinculado al mundo de las cofradías. Formo parte de la Archicofradía del Cristo de Medinaceli, y también estoy vinculado a la cofradía de Nuestra Señora de los Dolores. En 2020, me llegó el momento. Había estado en la anterior Junta Electiva y una vez acabó el mandato de la anterior presidente, ya decidí dar el salto y presentarme.
¿Qué es más complicado de organizar en la Semana Santa de Hellín?
La Semana Santa de Hellín está declarada como Fiesta de Interés Turístico Internacional y eso exige un trabajo de coordinación enorme que dura todo el año. Por una parte, se podría decir que es una maquinaria bien engrasada, hay gente con mucha experiencia y capacidad en la organización, pero requiere una atención al detalle constante, hay que vigilar el orden de las procesiones, los horarios, los recorridos, no te puedes descuidar ni un momento, hay un sinfín de pequeños detalles que cuidar y bueno, por fortuna, hay un equipo fabuloso que está encima de ellos, porque yo soy la cabeza visible, pero soy una pieza más de algo mucho mayor.
Si tuviese que explicar qué es la Semana Santa a un recién llegado, ¿cómo lo haría?
Le diría que esta Semana Santa es única porque es una mezcla muy intensa de lo sagrado y lo profano, entre lo religioso y lo pagano, en la que se viven momentos de recogimiento absoluto que se alternan, sin transición alguna, con instantes de ruido ensordecedor de tambores.
¿Qué instante ilustra mejor esa tensión?
Hay varios y, como es lógico, pueden cambiar para cada hellinero, pero el mío es el paso del Jesús de Medinaceli entre todos los tambores por la tarde del Miércoles Santo. Todos los años, parece absolutamente imposible que pueda pasar y, sin embargo, pasa, en medio de un mar negro.
¿Podríamos decir que lo que define a la Semana Santa hellinera es el contraste?
Exacto. Es como pasar del día a la noche en una fracción de segundo. Eso pasa también el Viernes Santo, cuando se acaba la procesión del Calvario, que es que es una procesión muy hellinera donde mezclan los tambores y los pasos. Hay un momento estremecedor, que es cuando acaba la procesión y los tambores enmudecen, de golpe, y ya no se escucha ningún tambor hasta el domingo. En ese momento, lo que se vuelve ensordecedor es el silencio y es imposible no conmoverse con ello.