Felipe VI, una década con el deber por encima de todo

Carlos Pérez Gil (EFE)
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Aunque lo que se ve es su cara institucional, quienes le conocen dicen que es disciplinado, que duerme poco y tiene gran sentido del humor

El jefe del Estado se caracteriza por preparar al milímetro todos sus actosl - Foto: Casa Real

Felipe VI completa hoy su primera década como jefe del Estado, un tiempo complejo en el plano institucional y familiar en el que ha puesto el deber por encima de todo y se ha labrado una imagen de persona responsable, disciplinada, entregada a su trabajo, aunque quienes tienen trato con él destacan su sentido del humor.

Con 46 años fue proclamado por el Congreso y se convirtió en el rey más joven de Europa. Ahora, con 10 más, su aspecto físico, en el que predominan las canas en el pelo y en la barba, denota la intensidad del período que le ha tocado gestionar desde el trono.

El rasgo que más destacan de Felipe VI quienes le conocen bien es su formación y dedicación a su tarea, tanto en lo que respecta a su bagaje intelectual como a la manera de preparar sus actividades de manera concienzuda.

«Es un auténtico lujo. Se lo estudia todo», revela un cargo del Gobierno que ha viajado con él en el avión oficial.

Uno de los empresarios más ricos de España le describe como «serio, responsable y disciplinado», muy concienciado de su papel institucional.

«Siempre está donde tiene que estar. Hace lo que tiene que hacer. Y nunca aparca en doble fila», añade una de sus personas de confianza en el Palacio de la Zarzuela para destacar la conducta ejemplar que ha mantenido durante su reinado, aun a costa de distanciarse de su padre, Juan Carlos I, y su hermana menor, la infanta Cristina. Para el periodista José Antonio Zarzalejos, Felipe VI «no es un rey carismático, pero es un rey verdaderamente poseído por su responsabilidad», además de ser una persona «digna».

El director del Real Instituto Elcano, Charles Powell, apunta que la imagen que trasmite el monarca es la del alguien «más frío y distante», en contraposición a lo que infundía su padre. Pero en el terreno corto, resalta su «cercanía, calor humano y gran sentido del humor».

Cuentan que en una toma de posesión de un mandatario iberoamericano, el entonces presidente cubano, Fidel Castro, le dijo: «Siempre estamos nosotros dos». A lo que don Felipe apostilló: «Sí, pero por distintos motivos». Otra muestra de gracejo fue cuando se animó a tocar el cajón en una plaza de Cádiz en marzo del pasado año y ante el asombro de los percusionistas que participaban en la actuación por su desenvoltura, salió proclamado como «el primer rey cajonero».

Sus colaboradores remarcan que «las jornadas de los reyes son agotadoras», tanto por su actividad pública y los viajes como por el tiempo que Felipe VI trabaja en su despacho, con audiencias privadas o en reuniones de equipo. Según dijo el propio monarca en un acto, su trabajo es «hacer», pero también «escuchar mucho y aprender» porque reinar «es una carrera larga». «Y mantener los pies bien pegados a la tierra aunque uno esté en la cúspide del Estado», como agregó al cumplir 1.000 días en el trono.

Felipe VI trata de compaginar su trabajo con la familia, aunque ahora tiene más margen al no vivir en la Zarzuela ni la princesa Leonor, ni la infanta Sofía. También busca ratos de ocio para compartirlos con la reina Letizia o quedar con amigos, principalmente, los de las academias militares, con los que organiza cenas o escapadas de esquí.

La intensidad de su día a día le hace dormir pocas horas y apenas tiene tiempo para leer libros que no sean de geopolítica o informes oficiales. Una de las pocas novelas que ha pasado por sus ojos ha sido El mago del Kremlin, del italiano Giuliano da Empoli, que de manera ficticia se adentra en las entrañas del régimen de Vladimir Putin.

Además practica pádel y en verano no perdona la Copa del Rey de vela en Palma, donde logra evadirse el tiempo que está en alta mar compitiendo o tomándose el bocadillo entre manga y manga.