Nos dice la dominicana Yaniris López «cuando pensamos en un niño lo imaginamos lleno de vida, de alegría, alguien que nos habla de cosas simpáticas, que nos hace reír, que sale con ocurrencias», comenta la terapeuta infanto-juvenil Roxana González.
Por eso la muerte de un niño es un acontecimiento desgarrador. Y por eso a la sociedad le impactan tanto los casos de suicidio infantil, porque es una conducta que no se espera de un niño, indica la psicóloga clínica del Centro Vida y Familia Ana Simó.
A simple vista, no parecen existir razones para que un niño decida quitarse la vida. ¿Pero puede una rabieta provocada por un castigo o una pelea, una llamada de atención, un permiso no concedido o el desencanto por no recibir el regalo que tanto esperaba inducir al niño a tomar esta decisión?
Pero realmente y siempre en función de los expertos, esta dramática decisión no se toma de la noche a la mañana, sino que viene precedida de un trastorno de base que modifica su conducta y le lleva a extremos insospechados. Pueden ser: depresión, ansiedad, estrés postraumático, desorden en el desarrollo, limitación intelectual, incluso lo que otros llaman un trastorno negativista desafiante o acoso escolar, algo que desgraciadamente está demasiado de moda.
Por eso es tan importante la labor del docente y su conexión con los padres. El seguimiento que se debe de hacer para observar algún cambio en el patrón de conducta, no solo es en el ámbito del hogar familiar sino en el ámbito escolar. Es importantísimo analizar sus actitudes, valorar sus impresiones, creer en sus preguntas y dar las respuestas posibles porque los niños se deprimen y se ponen ansiosos como los adultos, a pesar de que hay mucha gente que no lo cree así. Lo de pensar que su única obligación y responsabilidad es estudiar, están en un error. El suicido se ha convertido en la primera causa de muerte en los jóvenes -sobre todo adolescentes- y la pandemia ha acrecentado todavía más su salud mental y ha duplicado las urgencias psiquiátricas.
El presidente de la organización Fundación Española para la Prevención de suicidios, Andoni Anseán, se muestra cauto a la hora de evaluar los números y asegura que el fenómeno obedece en parte a la paulatina reducción de los fallecimientos por siniestros de circulación, que han bajado un 40% desde 2010, mientras que los suicidios han crecido un 30% en el mismo periodo. Y está hablando de los jóvenes entre 15 y 39 años, por lo que es escalofriante la valoración, algo que deberíamos de tener en cuenta a la hora de establecer los parámetros dentro de una Reforma en las leyes educativas dirigidas a la erradicación y control del acoso escolar y todos sus derivados.
Ante la pregunta de qué está pasando para ese deterioro en la salud mental de los jóvenes, los analistas nos hablan de factores como el económico, esa incertidumbre en qué va a pasar cuando acaben de estudiar, esa precariedad en el empleo que les condiciona la independencia o emancipación del núcleo familiar que ahora es imposible.
Debemos de evitar que hablar del suicidio sea tabú y de que es importantísimo afrontar la situación para conseguir paliarla y mejorarla en todo su contenido. Hagámoslo.