El 24 de febrero se cumplían los dos años de guerra entre Rusia y Ucrania. La invasión de numerosas ciudades ucranianas y un conflicto bélico que venía sobrevolando la zona llevó al éxodo de numerosos ciudadanos que saltaron en un primer momento a la vecina Polonia y que, desde allí, se repartieron por Europa en un proceso desigual y con distinto grado de implicación política y social, según los países.
España se erigió como uno de los principales destinos para los refugiados ucranianos. Su llegada se concentró en los primeros meses de combates, empujada por la ocupación de muchas ciudades y los constantes bombardeos.
El encargado de derivar a los distintos recursos ofrecidos en cada territorio fue el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones y en Albacete fueron dos las entidades que aportaron plazas de emergencia: Accem y Cruz Roja.
En estos 24 meses y medio que han transcurrido, entre ambas organizaciones han atendido a un total de 241 personas refugiadas ucranianas, de las que 219 (60 de Cruz Roja y 159 de Accem) se han alojado en sus dispositivos de emergencia habilitados, dentro del Sistema de Protección Internacional (sistema mixto que se desarrolla entre las entidades y el Ministerio).
Todas ellas, personas que dejaron atrás familias, amigos, trabajos, estudios, proyectos de vida. Como le pasó a Maksym Safronov, joven de 21 años procedente de Kyiv. Llegó a nuestro país en julio del año pasado y, sin tener idea del nuevo idioma, ya se maneja considerablemente bien en castellano. «Llegué primero a Málaga», una de las cuatro ciudades donde se habilitó uno de los Centros de Recepción, Atención y Derivación (CREADE) puestos en marcha desde el Gobierno de España. Estos recursos jugaron un papel decisivo en la primera de las tres fases en las que está estructurado el Sistema de Protección y Acogida a las personas solicitantes de protección internacional en nuestro país. Es en el que se les hizo la evaluación inicial y derivación y se les facilitó una atención de emergencia, fundamentalmente un lugar donde alojarse.
El Sistema de Protección se completa con otras dos fases, una segunda, de acogida temporal; y una última, de autonomía. Maksym es una de las cinco personas refugiadas, de las 60 (41 mujeres y 19 hombres) que ha atendido Cruz Roja en estos dos años en las 20 plazas de emergencia (de marzo a septiembre de 2022) que puso a disposición del Ministerio, que ya ha pasado a esa última fase.
Cuando estaba en Málaga, quedó disponible una plaza ofertada por Cruz Roja Albacete para la que cumplía el perfil (a veces tienen que compartir habitación, como fue su caso, y hay que tener en cuenta edades, sexos y circunstancias), y aceptó. «Me siento muy bien en Albacete, Cruz Roja me ha ayudado muchísimo y en esta ciudad la gente es muy acogedora, aunque al principio sólo pudiera hablar en inglés».
UN PASO MÁS. Este joven ucraniano ya reside en una vivienda que no es de la ONG, pero sigue recibiendo de ésta apoyo económico para el alquiler, la manutención y mantiene su asistencia a las clases de español, a las que acude de lunes a jueves. «En esta fase, además de mantener el apoyo económico, cuentan con un equipo multidisciplinar de profesionales que, poniendo siempre a la persona en el centro, se le dota de una serie de herramientas que culminen en su autonomía», relata Ana Montero, del equipo de Refugiados de Cruz Roja Albacete. Por ejemplo, les atienden trabajadoras y educadoras sociales, psicólogos, juristas o formadores en idioma español.
«Sí quiero reseñar que se trata -apunta Montero- de una población muy formada, suelen dominar el ucraniano y el ruso, muchos cuentan con un nivel alto de inglés y hemos percibido que son muy concienzudos y tienen facilidad para aprender el español».
Maksym tiene, además, nociones de japonés. «En Ucrania estudiaba Filología japonesa en la Facultad, pero no pude terminar», cuenta. Ahora, además de las clases de español que recibe semanalmente, ha retomado, «con otra organización, me han concedido una beca», su estudio del japonés.
pocos regresos. Maksym lleva ya una vida casi independiente. Es la última etapa del Proceso de Protección Internacional, en el se puede estar un máximo de 18 meses.
A los cinco atendidos por Cruz Roja en esta fase se unen las 40 personas con seguimiento en la actualidad de Accem, que en todo este tiempo ha dado una respuesta a 181 atenciones, «de las que 159 fueron acogidas en nuestros dispositivos», se alojaron en ellos. Lo concreta Danilo Campos, coordinador provincial de Accem.
En esta etapa están «las personas más preparadas -explica Ana Montero- porque dominan el idioma, o han realizado un taller de economía doméstica, de búsqueda activa de vivienda, de conocimiento del entorno, de derechos laborales... reúnen unos requisitos con los que el equipo entiende que pueden hacer una vida más allá de estar en una vivienda compartida».
El objetivo -dice Montero-, y pieza fundamental es el Servicio de Empleo de Refugiados. «Tenemos una técnico que, desde que alcanzan cierto nivel de español, les ofrece formación y les orienta según su conocimiento o trabajos previos, para incorporarse al mercado laboral». Ya en él, se independizan del todo, «porque el proceso ha culminado y en esa situación tenemos en previsión a dos personas».
Supone la integración a la que aspiran la mayoría de las personas refugiadas que han pasado por estas ONG. Pocas regresan a Ucrania. «Sólo tenemos constancia de que hayan vuelto dos mujeres», comenta Ana Montero. «En nuestro caso, solo tres familias decidieron regresar», apunta Danilo Campos.