El quid de la cuestión que sobrevuela todo el caso Errejón es la superioridad moral con la que los líderes de Podemos, y después Sumar, camparon a sus anchas por el panorama político español. Sus postulados ideológicos eran los únicos válidos. La sociedad, que se encuentra en plena búsqueda de referencias válidas, los adoptó sin miramientos y colocó a sus líderes al frente de una nueva casta, ellos que nacieron para luchar contra la existente.
Diez años después, los hechos de sus líderes -Pablo Iglesias, Íñigo Errejón o Juan Carlos Monedero- los definieron y los expulsaron como referencias de la sociedad. Los ideales del 15M, muchos de ellos loables por gran parte de la ciudadanía, se fueron por el retrete de discotecas, bares de copas o pisos francos, y las bajas pasiones se apoderaron de las altas esferas de aquellos que, sobre todas las cosas, se definían como feministas. Surgieron de la nada y acapararon un inmenso poder dentro de nuestras fronteras, pero también fuera en países comunistas, donde las libertades están más que cuestionadas. No supieron gestionar ese poder, acabaron todos defenestrados y ahora ansían aquellos tiempos en los que pisaban las moquetas de las altas esferas. Pablo Iglesias amaga con volver a la esfera política.
El socio estratégico del PSOE para gobernar estos últimos seis años está en sus peores horas, debilitado y avergonzado, y le ha servido a Pedro Sánchez para desviar la atención sobre los casos de corrupción que acorralan a los hombres de confianza y familiares del presidente. No hay mal que por bien no venga. El panorama político español puede dar un giro inesperado en los próximos meses… Y Sánchez, el mejor estratega político actual, puede aprovechar el momento y arrogarse esa superioridad moral que sus socios perdieron por los errores de sus dirigentes, otrora adalides de valores que pronto dejaron en la cuneta en favor de las bajas pasiones.