Editorial

Misiles de largo alcance contra Rusia para una escalada a corto plazo

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Han tenido que pasar justo 1.000 días desde el inicio de la contienda en Ucrania para que el presidente Zelenski haga uso de una de sus reivindicaciones en su defensa contra Rusia: los misiles de largo alcance de los Estados Unidos. Ayer, en ese triste aniversario, donde se cumplen tres años de una larga y cada vez más complicada guerra de desgaste, seis misiles tácticos ATACMS impactaron en objetivos militares de la región de Briansk sin causar daños ni víctimas. También ha sido el mismo día en el que Vladímir Putin ha cambiado la doctrina para permitir una respuesta nuclear a un ataque convencional. Rusia ya habla de escalada.

Sin embargo, las perspectivas antes de este nuevo escenario era más bien el contrario. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca presagiaba una paz rápida, tal y como había prometido en campaña y por su afinidad a Putin, que permitiría a Moscú retener el territorio ocupado y reclamar la neutralidad ucraniana, es decir, alejarse de la posibilidad de pertenecer a la OTAN. El lanzamiento de estos misiles permite alentar a las tropas de Ucrania de cara a una prolongación del conflicto en el duro invierno al mismo tiempo que Corea del Norte suministra efectivos para agrandar los desequilibrios en favor de los rusos. Por otro lado, la autorización de Joe Biden para la utilización de estos misiles tácticos llega justo al final de su mandato, en un intento de condicionar al nuevo inquilino del despacho Oval y lanzar un mensaje a los aliados europeos de cara a no dejar solo a Kiev en el momento más crucial de su defensa por conservar gran parte del territorio ocupado. Rusia, que ha reforzado el frente con soldados del ejército de Kim Jong-un, está dispuesto a acelerar la ofensiva antes de que Trump le proponga una paz unilateral, sin contar con los socios europeos.

El retroceso de las tropas ucranianas al recibir con cuentagotas la ayuda necesaria ha mermado el ánimo de las tropas y de la sociedad, así como los efectivos y las infraestructuras energéticas, claves para aguantar el duro invierno que en una cuarta campaña se antoja compleja. De ahí la insistencia del Zelenski de forzar a la principal potencia militar a dar un paso más con el riesgo de caer en una escalada bélica imprevisible en el tiempo y bajo la amenaza constante de una respuesta nuclear. La línea roja, que en su día impuso Putin, ya se ha traspasado y acusa a los «países de la OTAN, EEUU y a los europeos de estar en guerra» con el Kremlin. Ahora está por ver si Moscú eleva su escalada o bien espera a Trump para una paz sin condiciones que le beneficiaría en casi todos los escenarios.