El mar representa una fuente significativa de producción de energía limpia y renovable, pero hasta el momento no ha habido ninguna compañía capaz de diseñar un dispositivo rentable a la hora de aprovechar la fuerza de las olas. Uno de los proyectos más prometedores dentro del sector es el denominado Hiwave, en el que participa Iberdrola junto a la empresa sueca especializada en energías marinas CorPower Ocean y el centro de investigación marina portugués WaveEc.
La iniciativa se basa en el aprovechamiento de energía de las olas a partir de boyas gigantes que albergan bajo la cubierta un sistema novedoso que consigue convertir en energía el movimiento del dispositivo acuático. Según los responsables del proyecto, está previsto que cada boya pueda llegar a alcanzar una producción de ocho megavatios a la hora (Mwh) por tonelada de dispositivo. Una cantidad que, según Patrik Möller, CEO de Corpower, les haría competitivos en el mercado frente a otro tipo de energías renovables.
El proyecto continúa en período de pruebas y, en base a los plazos marcados, las boyas podrían empezar a comercializarse en 2018. Las primeras fases de investigación se están llevando a cabo en tanques y el próximo año podrían trasladarse al mar. Bilbao o Escocia son los dos lugares en los que se está barajando instalar un dispositivo a escala 1:2 para comprobar el comportamiento del mismo en el mar.
La idea es que una vez certifiquen la eficacia de Hiwave, se construyan parques marinos semejantes a los eólicos. El Cantábrico sería un emplazamiento ideal, ya que su máximo rendimiento se alcanza con olas constantes de tres metros.
El principal artífice del proyecto es el sueco Stig Lundbäck. Sorprende que en su currículum no figura que haya estudiado ninguna ingeniería, sino que es titulado en Cardiología. Los más de 30 años que ha dedicado al estudio del corazón le han llevado a obtener numerosas patentes por sus diseños de simulación del sistema de bombeo de la sangre. Y es en uno de estos diseños en los que se basa el mecanismo interno de la boya. En sus entrañas alberga un engranaje en cascada que transforma el movimiento vertical de la boya en energía eléctrica gracias a dos generadores que aprovechan tanto el movimiento de ésta al subir como al bajar. Además, han dotado al mecanismo de unos muelles neumáticos que maximizan el recorrido vertical y que multiplican la energía producida.
Por el momento, se trabaja con boyas a escalas menores, pero el aparato final medirá ocho metros de diámetro, 20 de alto y tendrá un peso medio de 40 toneladas. A pesar de sus dimensiones, los impulsores del proyecto aseguran que se trata de un «equipo muy ligero» en comparación con los aparatos que se han desarrollado hasta el momento, lo que ayudará a abaratar costes de producción y de mantenimiento.
MÍNIMO IMPACTO. Las voces de los ecologistas advierten sobre el impacto que tendrán estos aparatos en el medio ambiente. La energía eólica es la renovable más rentable en nuestro país, pero también la más criticada.
En el caso del aprovechamiento de energía de las olas, no se dan ninguna de estas desventajas. El mayor impacto medioambiental que podría producirse afectaría al fondo marino, por lo que no podría instalarse en lugares donde el suelo estuviese protegido. Y otro aspecto negativo sobre el entorno, sería que el tráfico marítimo quedaría interrumpido en la zona. Sin embargo, presenta puntos a su favor como la ausencia de líquidos dañinos que puedan verterse al mar en caso de que se averiase la boya y el proceso de fabricación tampoco exige mucha energía. Así, el ingeniero de Iberdrola miembro del proyecto, Ignacio Pantojo-Titos asevera que «no produciría impactos que no sean asumibles», aunque confirma que en caso de que llegase a ser una realidad comercial, habría que estudiar el emplazamiento del parque y realizar un estudio de impacto ambiental.