Un tan brillante como didáctico y documentadísimo acto de la larga serie que organiza la Asociación Cultural Albacete en Madrid inició el actual curso, 2024-25. Lo protagonizó uno de los más expertos en salud que puedan atenderse actualmente, Fernando Lamata Cotanda, quien repasó de manera profusa el pasado y presente de la sanidad, sin olvidar el futuro. Un futuro, mayormente el más inmediato y que ya tenemos aquí, con cada día mayores y más fuertes sombras en nuestro país y en resto del planeta. Cual comentó el secretario de este grupo de la diáspora, el economista Augusto Huéscar, en la presentación de «este personaje que domina de lo que nos va a hablar por conocerlo a la perfección no sólo en la teoría sino también en la práctica». Subrayó, en referencia a los importantes cargos que ha ocupado el conferenciante de este evento en su triple faceta de médico, gestor y, desde su jubilación, escritor de novelas y hasta de poemas.
De ahí que comentara brevemente su amplio currículum en esos tres compromisos de Lamata. Por un lado, ejerciendo la medicina; por otro, en la política en la Consejería de Sanidad del Gobierno castellano-manchego y en diversos cargos de gestión en Cantabria y Madrid. Sin olvidar su autoría de Honderos -su segunda novela -con una dura crítica a las multinacionales farmacéuticas-, parte de la cual se desarrolla en Albacete y con referencias a la Feria. Un libro que se une a otros más técnicos y tipo ensayo sobre el Sistema Nacional de Salud y el Marketing. Y remarcando su pertenencia activa a la Asociación de Acceso Justo al Medicamento, y su poco conocida vertiente y alma de poeta.
Tras sus palabras de agradecimiento por la invitación de estos casi paisanos -aunque nacido en la capital de España, Lamata, que presume de sus raíces albacetenses, en las que va incluido su pregón de la Feria en 2012 y el Premio Albacete Siempre que le otorgó hace unos meses este grupo de la diáspora de la tierra- fue leyendo y comentando sobre la marcha lo que «con máximo cariño» había preparado para la ocasión con el título de La sanidad española, aciertos e incertidumbres. Fue una lectura no sólo cargada de didactismo y datos, sino también compulsiva extendiendo una emoción que pronto estremeció las fibras sensibles de todos los afortunados asistentes.
Y no exenta de originalidad, pues comenzó diciendo que habiéndosele encomendado «dar noticia de estos sucesos», vino a tomar ejemplo del ilustre Cervantes cuando escribió el Quijote. Intentando remedar sus trazos para describir nuestro Sistema Nacional de Salud en un lugar del planeta «que algunos llaman Spain y otros España o Espanya». Para lo que fue describiendo una por una y con abundancia de cifras las características fundamentales del mismo, al que tienen derecho todos los españoles sin ninguna distinción, resumidas en «universalidad, solidaridad, descentralización autonómica, integridad y eficacia».
Eso sí, no por lo expuesto hasta ese momento, ocultó los problemas del sistema, sobre todo por los recortes que sufrió por la crisis económica y la posterior pandemia. Preguntándose, y respondiendo, sobre los síntomas que detectamos del deterioro producido. Con una argumentación infalible, basada en datos oficiales muy actualizados, y pasando a argumentar bien a las claras que «el indicador que más evidencia el deterioro es el retraso en el acceso a los servicios».
Así, el tiempo de espera para conseguir cita en Atención Primaria es de 8,8 días, con lo que muchos pacientes se van a urgencias, o a la privada, o ven empeorada su dolencia, y en consultas de especialidades hospitalarias se ha pasado de de 53 a 94 días. Lo mismo ocurre con las pruebas: muchos pacientes debe aguardar más de seis meses para tener un diagnóstico y otro tanto para conseguir el tratamiento. Igualmente, en hospitalización para cirugía también se ha doblado el tiempo: de 65 días a 121 ahora.
Y más del doble es el cambio del uso de la medicina privada, como segundo indicador, pues en la última década ha crecido del 16,5% al 35% de la población. Con todo este deterioro, Lamata entiende, aunque no le guste, que en esta década negativa se haya pasado de un 74% de la población que valoraba bien o muy bien el funcionamiento del Sistema Nacional de Salud, al 55,8% actual. «Todavía le damos un aprobado, pero la sensación está ahí».
De modo que las incertidumbres son varias: la primera es la recaudatoria, que en euros constantes ya ha cubierto ese 20% de recortes tras la crisis y la pandemia. Pero ahora las necesidades se incrementan, con casi un 4% más de población que entonces, y el gran problema añadido de cerca de un 27% más mayores de 65 años, muchos con enfermedades de más costoso tratamiento. Con lo que, en definitiva, para prestar una atención equivalente necesitaría por lo menos, un 20% adicional, superando los 20.000 millones, y un equivalente a un 1,5% más de PIB.
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