Mangarranes

José Francisco Roldán Pastor
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«Perversos, sin paliativos, son los mangurrinos éticos, bien implantados en la clase política española»

Imagen de archivo del expresidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, con el mandatario venezolano, Nicolás Maduro. - Foto: EFE (Cristian Hernández)

Antes se utilizaba la expresión magurrianes, no reconocida académicamente, pero el diccionario sí recoge la palabra mangarrán, persona golfa, haragán o bandarra, paradigma de lo peor, que solemos esquivar en nuestras relaciones sociales. Es complicado aislarnos cuando lidiamos con ellos en el entorno familiar, porque nos arrastran afectando gravemente a la propia socialización. 

Es sencillo localizar este tipo de personas en el mundo de la delincuencia, cuya manera de ser es asumida por equivocados justificándola con todo tipo de coartadas, incluso de carácter humanitario, sin el menor reproche social. Es corriente ver defensas incuestionables, mientras las consecuencias de una mangurranada atenta contra los intereses de los demás. Lo estamos viendo cada día en las calles y conociendo por algunos medios de comunicación, otros lo ignoran para no molestar al que les paga y ordena. Abundan los perezosos, aferrados a privilegios injustos, impartiendo lecciones morales y códigos de conducta para perseverar en su holganza compartida. Hay buenos corazones errados, que se empeñan en exigir respaldo económico y legal a los que no tienen ninguna intención de poner de su parte el menor esfuerzo por el bien común, todo lo contrario, agrandan sin pudor las tragaderas acaparando ventajas para continuar succionando como el más aventajado parásito social. 

Perversos, sin paliativos,  son los mangurrinos éticos, bien implantados en la clase política española, donde prosperan sin más mérito que haber sido señalados por el dedo milagroso del que puede hacerlo. Una legión de vividores, amparada por las bandas partidarias, a los que no exigen más que lealtad absoluta, se comporta como una amasadora produciendo incompetencia. 

Son muchos los ciudadanos, especialmente comprometidos con la congruencia y la verdad, insistiendo en denunciar abiertamente que el Gobierno español está compuesto por un autócrata, necesitado de psiquiatra, junto a comunistas, racistas, terroristas, proPutin, proMaduros, prevaricadores, sediciosos y malversadores. Hay quien añadiría traidores y sinvergüenzas. Según nos dicen los sabios, España puede con ésto, y  más, porque ha sido capaz de sortear embates mayores. El problema de esta indolencia en el cumplimiento de las leyes, como el favorecimiento de la ilegalidad, puede dejar rémoras complicadas de solucionar. 

Además de respaldar el asalto a la propiedad privada, como es la ocupación de inmuebles, no hay la menor duda que se está propiciando, sin resistencia alguna, la inmigración ilegal; verdadero drama. De algún modo, se ayuda o facilita el traslado de personas de un país a otro de manera fraudulenta, sin el cumplimiento de los requisitos legales. Esa permisividad está dejando entrar con urgencia a miles de personas sin control sanitario y un mínimo esfuerzo para su identificación. 

El mensaje oficial de nuestras autoridades es tachar de xenófobos a los que osan discrepar de semejante modo de entender el control de fronteras, que se agrava cuando esa distorsión alcanza a las zonas de procedencia masiva, que asumen la ventajosa manera de llegar a Europa con el respaldo español, que no duda en premiar económicamente a los que incumplen la ley. 

Y esa desdichada manera de proceder nos está regalando graves consecuencias para la seguridad de los ciudadanos, que reclaman la protección de sus derechos y libertades. Si hubiera un adecuado funcionamiento de maquinaria procesal y penal, la administración de justicia, eficientemente, podría retribuir con eficacia a quienes cometen los delitos. 

Los delincuentes serían apartados pronto y bien. Ese gran socavón administrativo no hace más que perjudicar a quienes reclaman defensa. No es distinguir entre raza, procedencia o condición. 

El crimen no debería estar de enhorabuena por obra y gracia de la actuación oficial, cuyos voceros, torpes y desacreditados, no ven mejor solución que defenderse atacando, sin aportar soluciones eficaces. Seguimos soportando una maldita y pertinaz propaganda vacía, destinada a los que no conocen la verdad o la realidad, estrategia preferida de los mangarranes.