La imagen ha dado la vuelta al mundo. Ha sido noticia en los principales medios internacionales. No es para menos, ya que no había precedentes similares de ningún tipo. La visita de los reyes a Paiporta –uno de los municipios más castigados por la DANA en Valencia– acompañados por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el de la Generalitat, Carlos Mazón, generó una virulenta reacción entre los que se encontraban al paso de la comitiva. Un escenario de alta tensión que cristalizó en el lanzamiento de barro y objetos, en algunos casos contundentes, que pudieron causar males mayores que, al final, no hubo que lamentar. Una reacción de desahogo en una parte del pueblo –se debe entender así en el mejor de los casos– motivada por la desesperación, la ira y el dolor de sentir que se ha perdido todo o casi todo lo material y que, lo que resulta más trágico todavía, puede venir acompañado de la irreparable pérdida de un ser querido.
Felipe VI y doña Letizia, desoyendo a buen seguro todos los consejos y recomendaciones de su equipo de seguridad, continuaron con la visita a pesar de lo que estaba sucediendo, se mostraron cercanos al pueblo y conversaron con algunos ciudadanos que les hicieron llegar sus reclamaciones y peticiones con los nervios a flor de piel. Los monarcas, visiblemente emocionados, escucharon y atendieron todos estos mensajes de incertidumbre. Aguantaron estoicos, no titubearon y no tuvieron más que palabras de ánimo, aliento y consuelo para unos españoles que se ven entre la espada y la pared. Ofrecieron su mano tendida, de forma simbólica, a aquellos a los que una catástrofe natural les sitúa al borde del precipicio. El deber de los reyes es estar ahí, cerca del pueblo, y lo estuvieron. Las circunstancias y el momento no acompañaban, pero dio exactamente igual. Un líder emerge y ofrece su mejor versión en los peores momentos. Felipe VI y Letizia lo hicieron.
En esta España en la que la política, en muchas circunstancias y más de un tiempo a esta parte, naufraga con estrépito, se necesitan referentes así. Decisión, determinación y unidad son bases indispensables para afrontar una de las peores catástrofes naturales y humanitarias de nuestra historia como país, pero también para hacer frente a cualquier otro tipo de problema que amenace en el horizonte. España, desde el pilar más básico de su constitución, una monarquía parlamentaria, sobre la que se erige y camina firme en un mar revuelto como el que ahora intenta navegar, necesita unos reyes con pies de acero. Y los tiene. Frente a las dudas, más que razonables a juzgar por los comportamientos de unos y de otros entre la clase política, los españoles deben tener la tranquilidad de que Felipe VI y doña Letizia son los reyes que necesitan.