Cuando buscamos la etimología de este nombre, encontramos que su significado es "el gran regalo de nuestro Señor", sin duda, etimología de origen cristiano. Y cuando insistimos en seguir ahondando –tal vez en las raíces latinas- nos encontramos con el término Matthaeus, derivándose de ese "don de Yahveh", sin que dejemos lado Matt (anglosajona), Maty (eslavo) o Mattai (en arameo).
De una u otra manera, el nombre de Mateo es un nombre muy conquense. Y lo es, por lo que significa en el recorrido festivo, en el calendario popular o en el sentimiento de nuestra fiesta más popular. Ahora, es más fácil encontrarse ese nombre para compensar esa ilusión de sentirse muy de nuestra tierra, de nuestras tradiciones y desde luego, de nuestro sentimiento más instintivo. A mí, particularmente, me encanta el nombre de Mateo.
Pero, no por la llegada de nuestras fiestas más históricas y más populares, en Cuenca me refiero, he elegido reflexionar en mi columna sobre esta palabra, sino más bien, en el credo que ofrece la trasgresión de una fiesta cuando falta el condicionante más esencial: el respeto.
Yo creo que el peñista o visitante que elige sumarse a la diversión de una Fiesta, tenga o no, poso histórico, religioso, cultural o simplemente, ocio, debe ajustar su "cordura" –si es que la tiene- a cumplir las normas de convivencia, normas que sin estar escritas están inmersas en el colectivo del "bien hacer" o del convencimiento de una solidaridad, un aprendizaje, un saber estar. En definitiva, una utilización del respeto como base de dignidad, compromiso y moralidad.
Cuenca vivirá sus fiestas en honor a San Mateo, desde el 18 al 21, recordando el hecho histórico y potenciando los valores que una sociedad como la nuestra posee. De ahí, la virtud.
Y a eso quiero apelar desde mi púlpito, a que todo aquel que quiera vivir nuestras fiestas mateas, nuestra singularidad más conquense, lo haga desde la lógica del compromiso, desde el respeto que una ciudad –sea patrimonial como la nuestra, o no lo sea-, merece, de unas reses bravas que lo exigen, de unos habitantes, adultos y jóvenes, niños o mayores, proponen por el simple hecho de serlo, y desde un poso de dignidad que, desgraciadamente, muchos no tienen. Esperemos y tal vez, apelando a la lógica, ciencia actualmente denostada, seamos "personas" y no "bestias", pues el animal de por sí, sabe comportarse mucho mejor.