Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


¿Qué hacer?: Un buen dilema

07/12/2020

Nos dice Jaime Rubio en El País que «la filosofía no va a ayudarnos a encontrar la vacuna contra la enfermedad, ni nada parecido, pero en una situación como la actual, llena de incertidumbres, es cuando se muestra más necesaria, como explica Eurídice Cabañes, filósofa especializada en tecnología».
El pensamiento crítico «es imprescindible» no solo para intentar buscar algo de sentido a lo que está pasando, sino también para «reevaluar las condiciones del mundo tras la pandemia». Y las de antes de la enfermedad: Ana Carrasco Conde, autora de En torno a la crueldad, apunta que esta crisis también ha puesto de relieve problemas estructurales. La tarea de los filósofos consiste, en gran medida, en «incordiar, ver dónde se producen estos problemas y «señalar lo que debe ser destruido para no repetir errores».
Y es que es así. Ahora mismo, ¿qué hacer? ante la disyuntiva de incertidumbre, presión política, irresponsabilidad ciudadana, sentimentalismo católico y amor familiar. Sí, ¿qué hacer en estas Navidades que se acercan?
Buena pregunta me dijo mi esposa. Cada Comunidad va a afrontar la situación de diferente manera. Podrán reunirse: seis, diez, doce, niños no cuentan, sí cuentan, del mismo núcleo familiar, del vecino, de la señora de enfrente. No hay acuerdo. Viajar del pueblo a la ciudad, de la ciudad al pueblo, de la ciudad a otra ciudad, de una comunidad a otra, sí, pero no, no pero sí. ¡Dios mío¡ ¿qué hacer? ¡En qué quedamos!
El estrés está funcionando a la mil maravillas. Unos, no duermen por ese insomnio que les ha dejado como secuela la Covid-19; otros, no duermen porque no saben qué decisión tomar ante la situación de riesgo en Navidad de un tercer brote, otros no duermen porque no saben si cuando llegue la vacuna se la pondrán o esperaran y otros no duermen porque están enfermos y no pueden descansar. El sueño o la ensoñación, el descanso o el vaivén de la presión.
Recordemos, amigos, que este mes de diciembre ha sido el segundo de mayor mortalidad en España, después del funesto mes de abril. Las Morgues han vuelto a estar «a tope» con la desesperanza de familias que han visto cómo perdían a seres queridos, sin poder estar a su lado, ni siquiera darles la última palabra de aliento y recuerdo. Un drama tremendo que muchos irresponsables están obviando y denigrando como nunca había pasado.
Y ves las imágenes de ciudades, donde las luces pretenden alegrar el mal ambiente, y se observan calles abarrotadas de gente, sin distancia, sin precauciones, sin miedo -aunque el miedo no es bueno, porque mata-. Es necesario reavivar el espíritu, claro que sí, sentir un poco de alegría, claro que sí, revivir la familia en fechas tan sentimentales como es la Navidad, claro que sí; pero, y esos «intubados en UCI», y esos «muertos sin remedio» y esos riesgos constantes de los servicios esenciales, ¡qué Navidad van a vivir ellos!
Pero ahí no va a quedar todo. Llegará enero, febrero o marzo y tendremos esa ansiada vacuna, ¡no sé cuál de ellas!, y vendrá otro grave problema: vacuna sí o vacuna no; ésta o aquella; la que me aconseja el gobierno o la que dice el experto; me espero a ver consecuencias o me la pongo para evitar el contagio. ¡Madre mía, Virgen de la Zarza bendita! esto es un sinvivir y mientras, muriendo gente, otros alternando en la cafetería, algunos pensando en reunir a la familia, ¿todos o la mitad?, pero claro, todo es necesario y si no, díganselo a la hostelería o al comercio, ¡pobres empresarios!
Y así acabo, cómo empecé ¿qué hacer?, quién lo sabe, ¿los políticos?, tal vez, los responsables de la Sanidad, o esos ciudadanos insensatos que pululan a sus anchas. Pues, si ellos no lo saben, porque no son capaces de discernir, o por desacuerdos, o por desavenencias políticas o por no sé qué, yo; nosotros «los de a pie», seamos responsables, tomemos decisiones lógicas y adaptemos el camino para nuestro beneficio primero, y el de la sociedad en la que vivo, después. Yo lo haré.