El día amaneció con sol, fresco, como es habitual en estas fechas, pero ni el viento quiso quitar lustre a una mañana en la que Albacete rendía tributo a una de las instituciones benéficas más entrañables y necesarias de la ciudad, el Sagrado Corazón. Atrás habían quedado dos días donde la solidaridad de todos se había manifestado recogiendo más de cuatro toneladas de comida para el Cotolengo, iniciativa de la plataforma También Somos Cultura, con voluntarios de excepción, como algunos toreros que volvieron a dar el do de pecho durante la mañana de ayer en la plaza de toros.
Además, el pueblo de Albacete, a pesar de las fechas y la temperatura, acudió hasta casi llenar un cuarto del aforo de la plaza. Media hora antes, los toreros rindieron homenaje al maestro Dámaso bajo su estatua, llegando casi todos en vehículos clásicos, posando ante el iniciador de este tradicional festival.
Una oreja de cada res se llevaron los toreros al esportón, con la excepción de Miguel Tendero, que se llevó el trofeo por partida doble, cuajando a la perfección a un ejemplar de Los Chospes, que embistió con clase, sin demasiada fuerza, pero haciéndolo al paso y con fijeza, permitiendo a Tendero enlazar muletazos muy largos, con la mano muy baja, llevando al novillo muy entregado persiguiendo el engaño. Los comienzos fueron con el capote muy templado, encajado, ganándole pasos en cada verónica, para brindar después a las hermanas y usuarios del Sagrado Corazón que ocupaban un palco de la plaza. La faena tuvo conjunción, aliviando al principio al novillo hasta que se fue afianzando, queriendo engaño por abajo, que desplazaba el torero muy despacio, suave, templado y largo. El torero muy metido en la faena se hincó de rodillas a media faena para enjaretarle una serie con la misma suavidad y temple que en pie, rematando con una estocada que le hicieron conseguir el doble trofeo.
Abrió el festejo Andrés Palacios quien tuvo delante a un novillo de Antonio Bañuelos, que embistió con clase, aunque no anduvo sobrado de fuerzas. Lo recibió con un manojo de verónicas de mucho gajo, metiendo los riñones y acompañando al novillo de forma magistral. Lo brindó al Pimpi, con quien antes había hecho el paseíllo y comenzó un trasteo de menos a más, suavizando la rebrincada embestida por la falta de fuerzas, con muletazos muy suaves, sin obligar, con dulzura y mucha clase, hasta hacerlo embestir con mayor franqueza. Una pena la falta de pujanza del de Bañuelos, pues tras una estocada, el premio quedó en una oreja, algo corto para su toreo.
Rubén Pinar tuvo frente a sí un ejemplar de Nazario Ibáñez, que nunca llegó a entregarse del todo. Lo recibió con verónicas a pies juntos y le realizó un gran quite por chicuelinas con mucho ajuste. Ya en el ultimo tercio, el animal desarrolló genio, no yendo nunca metido del todo en el engaño, lo que le costó en el principio de la faena una voltereta sin consecuencias aparentes, lo que no quitó voluntad al de Santiago de Mora en una faena cargada de buen contenido técnico, siempre anticipándose al novillo, bien colocado y muy firme, estirando de él sin que el animal quisiera, aunque no le quedó otro remedio, a pesar de que el de Nazario sabía siempre lo que se dejaba atrás al pasar. Faena de muy buena compostura que remató con un pinchazo y una estocada, paseando una oreja de mucho peso.
Sergio Serrano tuvo delante a un toro cinqueño con el hierro de El Retamar, que no tuvo intención de entregarse en el capote de Serrano. Lo puso de lejos en el caballo, arrancándose desde casi 10 metros, provocando una gran ovación del público, pero todo ello solo fue genio que desarrolló en la muleta, yendo y viniendo con poca clase, pero tuvo que enfrentarse con la firmeza y el buen momento del torero de Albacete, que no se enmendó en ningún momento, templando la desclasada embestida del retamar, con buena colocación, siempre muy cruzado, en los terrenos precisos, ya que embestía más hacia los adentros y en la distancia adecuada, pudiendo sacar agua de un pozo con no demasiado caudal. Media estocada fue suficiente para terminar con el toro, paseando una oreja de mucho mérito.
Otro toro cinqueño con el hierro de El Pilar tuvo delante el torero Pedro Marín, al que recibió de rodillas a porta gayola. No tuvo fuerzas el animal, sobre todo después de pegarse antes del tercio de varas una voltereta que lo dejó muy mermado. Embistió rebrincado, durante la primera parte de la faena, hasta que le redujo la distancia y fue entonces cuando le cuajó algunas tandas de buena factura, muy templadas, dejándole la muleta en la cara y estirando bien de él, siguiéndola con franqueza. Una pinchazo y estocada caída fue el preludio de que paseara una oreja.
No se entregó en el capote el novillo que hizo sexto, que pertenecía al hierro de Sonia González, teniendo frente a él a Diego Carretero, que brindó al ganadero, Dámaso González Tarruella. El novillo estuvo muy agarrado al suelo, desarrollando complicaciones, metiéndose por dentro y con alguna colada que puso en aprietos al torero. Firmeza y buena colocación fueron los mimbres para que Carretero pudiera construir un buen cesto, faena de mucho mérito que culminó con un pinchazo hondo y estocada, cortando una meritoria oreja.
Cerraba plaza el novillero de la Escuela de Albacete Pedro Monteagudo, que tuvo delante a un eral con el hierro de Daniel Ramos. El novillo fue bravo y se movió mucho, dejándole a Monteagudo cuajarlo por los dos pitones, con series muy ligadas y templadas. Lo mató de estocada trasera y baja y media arriba y cortó la ultima oreja de la mañana.