Ante el Jubileo 2025, que se abrirá próximamente en la Iglesia, el Papa Francisco propone «mirar el mundo con esperanza» desde la perspectiva del Evangelio. Aquellos que viven el compromiso de ser «evangelizadores» desde la Pastoral Penitenciaria tienen la tarea de llenar de esperanza ese vacío tan destructor, presente a todos los niveles, que sufren los presos. Este Año Jubilar de la Esperanza será una oportunidad para seguir llevando, durante su «peregrinaje» en el cumplimiento de condena, un poco de calor al corazón de cada persona privada de libertad y trazar un camino esperanzador en la reconstrucción de sus vidas, «abrazados a la fe y a la esperanza».
Este acompañamiento también se podrá expresar desde el recuerdo y la oración durante todo el nuevo curso pastoral, en las celebraciones comunitarias y en cada una de las parroquias. Por parte de la Pastoral Penitenciaria de la Diócesis de Albacete, se quiere comenzar a agradecer y celebrar esto en la Eucaristía especial que se vivirá junto a los internos y funcionarios el martes, día 24 de septiembre, Día de la Virgen de la Merced, Patrona, en el centro penitenciario. La celebración estará presidida por el administrador diocesano, Julián Ros.
Desde la Pastoral Penitenciaria, son testigos de que la estancia en prisión puede, y de hecho ocurre, cambiar a muchas personas; tanto para mal como para bien. Se encuentran con hermanos que, desde un olvido total o parcial de Dios, llegan a descubrirlo en prisión, porque cada persona que no tiene libertad es un proyecto vivo de esperanza. Como muestra de ello, comparten parcialmente dos breves testimonios (con nombres ficticios):
«En el tiempo siempre tan largo y lento que llevo en la cárcel, he sentido cómo la Virgen me trae amor, me reconforta y me acerca, desde la misericordia de Dios, la esperanza y el consuelo. ¡Son tantas sensaciones! Ella, nuestra Madre, cada lunes, martes, viernes u otro día, sobre las 17,30 horas, entra por la puerta amarilla de seguridad, en cada uno de los voluntarios de la Pastoral Penitenciaria de nuestra Iglesia. Y si no me creéis, se lo preguntamos a Soraya, que la conoce muy bien porque hace pocos días partió hacia Ella» (Eustaquio).
«Después de tantos momentos que tengo en la cárcel para pensar y reflexionar, no estoy encantado de conocerme. Pedí perdón a Dios y nuestro sacerdote me absolvió con facilidad de lo que nunca pensé ser disculpado. Aun con todo, me sigue pesando la culpa, que rompe continuamente la hebilla de mi pesada mochila. Gracias a la misericordia de Dios, me siento cada vez más liberado, pero tengo que continuar en ello» (Porfirio).
Desde el equipo de Pastoral Penitenciaria piden a la Virgen de la Merced que ruegue por cada uno de los privados de libertad para que se mantengan firmes en la esperanza que no defrauda.