España arde por los cuatro costados cada 24 de junio. España y toda Europa, donde se celebra la noche de San Juan, una noche de magia y calor, la más larga del año según la tradición, en la que se celebran todo tipo de rituales con un elemento en común: el fuego.
Hay quien salta hogueras un número fijo de veces; otros, más aguerridos, pisan brasas con los pies desnudos. Unos bailan danzas milenarias alrededor de las llamas, algunos queman monigotes para espantar el mal fario y también están los que sueltan petardos como si no hubiese un mañana.
En Albacete, donde San Juan es además el Santo Patrón de la ciudad, lo celebran de una forma muy particular, con miles de pequeñas lenguas de fuego que bajan desde los soportales del Ayuntamiento hasta llegar a las proximidades del Recinto Ferial, a los Ejidos.
Se trata de la Marcha de las Antorchas. Vecinos de todas las edades, grupos de amigos, familias enteras. Todos recogen, uno por uno, su antorcha y, a partir de las 11 de la noche, empiezan a bajar en dirección a la Puerta de Hierros.
En ese mismo punto, y desde una hora antes, los componentes del Grupo Espigas de la Mancha ya 'calentaban' el ambiente con las tradicionales Manchegas. El ambiente era relajado, pues tanto músicos como bailarines iban de 'civil', esto es, sin el traje regional.
Más allá del paseo, arriba de las colas de las casetas y de las atracciones, más allá de los molinos, casi al pie de la escalinata de la Catedral había otro sentir, más de expectación, de emoción contenida.
San Juan estaba en lo alto, pero en la puerta del Templo. Él debía ser el único que estaba tranquilo, porque los demás iban y venían de los soportales del Ayuntamiento para coger su antorcha y esperar con paciencia y resignación el momento de la partida.
Una charanga de músicos atacaba ritmos y melodías entre festivas y taurinas, mientras las señoras de más edad aprovechaban cualquier sitio imaginable para sentarse. Padres y madres negociaban y dialogaban con menores impacientes que empezaban a a preguntar «cuando salimos, cuando salimos y cuando salimos que ya estoy cansado...»
Y justo cuando faltaban cinco minutos para las 11, justo dentro del horario previsto, las campanas de la Catedral empezaron a sonar y aquella multitud sin rumbo empezó a volverse una comitiva disciplinada, mientras el estallido de los fuegos artificiales llamaba a los últimos rezagados.
La inmensa comitiva de varios miles de pequeñas llamas bajaría poco después a paso firme. En poco más de media hora, la multitud se debía plantarse ante una hoguera llena de objetos viejos, al lado del Recinto Ferial.
Cuando ésta se prende, las antorchas 'vuelan', arrojadas por la multitud, para consumirse. El rito se acaba, y y llega el júbilo por abrir un nuevo ciclo. Por abrir un nuevo ciclo, y por comprar una botella de agua, que es lo mejor que viene para el cansancio y el calor.
Más fuegos artificiales, 'paloma' para alegrar los ánimos, 'rollicos' de anís y música de orquesta para los más bailones. Un poco de alegría para recibir el lunes, el mismo día 24, con el que se cierra hoy el programa oficial.