El 27 de marzo de 1998 se inauguró, no sin un acto a bombo y platillo por el que el club pagó ocho millones de pesetas, la Ciudad Deportiva «de Albacete», tal como José Bono, presidente de la Junta de Comunidades, destacó en su discurso de apertura al que casi nadie quiso faltar, entre otros el entonces alcalde Juan Garrido y Ángel María Villar, todavía por muchos años presidente de la RFEF. 

Habían sido 400 millones de pesetas de dinero público en la construcción de la instalación, a los que a final de año hubo que añadir otros 25 del Ayuntamiento para su mantenimiento en un club que andaba literalmente en la ruina por la mala gestión.

No fue hasta 2013 cuando se reguló de una manera más clara (o eso se decía) el uso de la instalación, ya en manos del club tras una historia rocambolesca, préstamo participativo y compra de la nuda propiedad mediante. Fue entonces cuando el Albacete se comprometió a mantener su propia instalación y también el Carlos Belmonte del que podía disponer de forma exclusiva, como hasta entonces lo había hecho. La adenda al convenio, suscrita por las partes en 2015, prolongaba hasta 2027 el acuerdo en el que se incluía el uso público de la Ciudad Deportiva como lógica compensación a la ingente aportación de dinero público a la entidad para evitar su desaparición.

El convenio establecía que el Instituto Municipal de Deportes utilizaría las instalaciones de 1a Ciudad Deportiva durante los fines de semana, de viernes a domingo, «atendiendo al informe sobre necesidades realizado por la Gerencia del IMD y siempre en coordinación con las necesidades del Albacete Balompié, siguiendo los mismos procedimientos utilizados desde la construcción de la Ciudad Deportiva».

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