Existe un viejo proverbio nativo americano que dice «Si descubres que cabalgas un caballo muerto, la mejor estrategia es desmontar». Sirve esta metáfora para describir esas situaciones en las que continuamos invirtiendo tiempo y energía en una idea o un fin que sencillamente ya no es viable o no es útil.
Solemos aferrarnos con enfermiza vehemencia a determinados proyectos que, simplemente, no funcionan porque nunca lo hicieron o porque se agotaron y, en lugar de desmontar, muy a menudo preferimos intentar estrategias absolutamente ineficaces o estériles como cambiar de jinete o adquirir un látigo más fuerte. O pensamos que quizá el caballo está desnutrido y le proporcionamos más alimento. A veces despedimos al encargado por pensar que ha resultado un mal cuidador, pero el dato es objetivo, el caballo está muerto por mucho que nos empeñemos en no querer verlo.
Y es que una mente obtusa es muy peligrosa porque deriva en una obcecación y a su vez en engordar un ego desmedido que nos impide reconocer que aquello en lo que un día creímos, ha fallado.
El error es seguir montando un cadáver.
Y eso pasa y pasa en todos los ámbitos de nuestra vida, en la esfera personal, en el ámbito laboral, a nivel profesional y es la historia de siempre que se concluye con el miedo al cambio, la fobia a la incertidumbre y la sobredosis de orgullo que provoca nuestra incapacidad para digerir las derrotas. Tan pretenciosos nosotros.
Demos digna sepultura al caballo y comencemos de nuevo que la vida está repleta de oportunidades.