El excelente cartel profesional, léase artístico, que tiene en Madrid desde hace cerca de dos lustros Antonio Campos no sólo continúa, sino que en cada ocasión en que se sube al escenario lo aumenta. No es que al actor lo hubieran olvidado, pero no estorba recordarlo o reconquistar esta difícil plaza de vez en cuando. Como ha acontecido en su reciente vuelta a la programación del Corral Cervantino para volver a dejar alto su prestigio con su particular versión del clásico Lazarillo de Tormes en la que se atreve a interpretar a todos los personajes e incluso a cantar. Una obra con la que ya triunfó en grado máximo en la anterior edición de este ciclo anual, lo que le ha valido para que los responsables le hayan llamado otra vez con idéntico éxito.
Y es que, cual declara a La Tribuna, «un sitio tan importante y exigente como Madrid siempre aporta cosas positivas y te da oportunidades que el resto de plazas no alcanzan». El paisano como su socio en Albacity Corporation, el productor Carlos García Navarro, lo tienen claro, aunque no por ello ambos se vuelven locos para buscar funciones en la capital de España, y sólo se anuncian cuando les llaman, como en este caso por parte de la Fundación Siglo de Oro, que acumula una larga trayectoria y experiencia especializada en el teatro barroco, clásico y del Siglo de Oro.
Y es que desde que la entidad contrató a esta compañía albacetense hace cerca de una década, merced a su continuo éxito e incluso premios para Antonio, ha repetido año tras año. El intérprete profundiza en este asunto de actuar en Madrid y puede presumir de estar en una compañía que gira por toda España y les permite el milagro de poder vivir dignamente de su trabajo en este complicadísimo mundo de las artes escénicas.
Aunque no por ello esconde que si le tocara la lotería alquilaría un teatro para desembolsar «una cantidad indecente de dinero en publicidad y directores de prensa especializada en Teatro», expresa sin ambages, para mostrar El Cid, la obra que está paseando con éxito en multitud de escenarios de nuestro país. Con una gira de alcance nacional que acumula muchas fechas y que salvo sorpresa llegará a las salas madrileñas a final de 2024. «Creo que lo de Madrid sería una apuesta que nos iba a reportar muchos beneficios, y que una vez echado a andar llenaríamos el teatro. Confío muchísimo en mí último montaje y en mi momento interpretativo».
Una confianza lógica dado el altísimo nivel de sus representaciones en general y de Lazarillo en particular. Cual demostró en las dos que se pudieron disfrutar en esta nueva edición del Corral Cervantino, con un escenario más o menos imitador a los corrales de los siglos XVI y XVII. Sobre las tablas, con un minimalismo de decorado, el actor se lució vestido con una sólo traje con capa, que merced a su maestría en movimientos, gesticulación e iluminación le servía para dar vida no sólo al pícaro protagonista de esta creación anónima, sino a un total de ocho más.
Con la música flamenca de fondo del excepcional guitarrista José Luis Montón, que la compuso exclusivamente para la obra, Campos se permitió cantar «ya casi sin desafinar, como me pasaba al principio en este reto», bromeó a los asistentes que le felicitaban a la conclusión del espectáculo. Y que le rebatían al respecto: «Más quisieran algunos profesionales». Como es habitual, este humor también lo fue demostrando a lo largo de la representación, con frases alusivas a la actualidad que cuadraban perfectamente con el argumento y que calaron en un público que en ocasiones prorrumpió a carcajadas.
Aunque de este tan trillado asunto del humor albacetense, máxime tratándose de un hombre de la tierra, él tiene una opinión muy diferente a la extendida entre otros paisanos que lo practican, incluso como profesionales del mismo y que nada tiene que ver con el de los Chanantes, ni con el stand up, como opina. «Proviene de la cultura del esfuerzo, un humor humilde y que surge de la destilación de años dando tumbos por todos los escenarios y poblaciones recónditas, dispares y singulares que he vivido».
A lo que añade ya con respecto a sí mismo que su parte gitana también tiene mucho que ver: «En mi caso yo creo que proviene de mi madre, que es una gran cómica; un humor que se ríe como el rechazado, el marginado... de alguna manera del pícaro, del antihéroe y eso lo he mamado. Cuando no se tiene nada que perder, uno puede atreverse».
En esta reedición del Lazarillo en el escenario cervantino por antonomasia, los asistentes contaron con la suerte que desde la Fundación que programa las obras se pensó con acierto que, más allá de la calidad interpretativa del albacetense, se podía aprovechar su fuerza comunicativa y facilidad de expresión. Y, así, se adelantó que tras el protagonismo del de Tormes llegaría el del albacetense en forma de coloquio al concluir la obra.
Allí, tras los elogios a Campos de uno de los responsables de la entidad, Rodrigo Arribas, durante más de media hora el actor, junto al productor -que apenas intervino porque la mayoría de las preguntas del público fueron dirigidas al intérprete- fue de nuevo protagonista. Una de ellas en referencia a las razones de seguir como único actor y si no le tiraba compartir escena con compañeros. Algo que admitió que sí le habían ofrecido: «He tirado por la borda alguna propuesta rozando la soberbia con algún director o productora que no mencionaré para no parecer fantasma», respondió.
Para entrar más a fondo en la cuestión de esta apuesta clara hacia su proyecto, del que está muy seguro porque le reporta mucha felicidad. «Estoy cerca de lo que quiero y no voy a renunciar al proyecto de vida titánico que supone hacer público uno a uno». Y reforzó su argumento con la última conversación con el adalid de este teatro, Rafael Álvarez El Brujo, al que inquirió si era posible que tener tu público sin salir en la tele ni ser mediático.
El albacetense, único actor que ha seguido al maestro en esta dificilísima línea, dijo que suponía la respuesta afirmativa por parte de El Brujo. A la que éste añadió el consejo de que saliera a escena para que los espectadores crean que esa función se la hace única y exclusivamente para ellos «porque el público de teatro siempre irá a verte». Campos concluyó repitiendo el consejo definitivo que recibió de El Brujo: «El espectador de la televisión o el de las redes se quedará mirando el móvil o la pequeña pantalla. Nuestro público está en la sala y si no necesitas a nadie para hacer un montaje eso te hace totalmente independiente y libre, un don que muy pocos tienen en este oficio».